Juan David Galviz Eraso

El terrible fantasma de la muerte

Después de una semana de la trágica muerte de nuestro compañero de DIARIO DEL SUR, Andrés Legarda, y un sinfín de mensajes de despedida por parte de sus familiares, amigos y compañeros de trabajo, siento la necesidad de dedicar un par de líneas como homenaje póstumo a quien en vida fungiera como diseñador, pero prefiero quedarme con la persona más que con el buen profesional que fue.

El terrible fantasma de la muerte lo sorprendió haciendo deporte en una jornada dominical y cegó su vida y sus sueños para siempre. Entre las últimas palabras que cruzamos y más recuerdo fue cuando me contó que ya había comprado la boleta para ir a ver jugar a Atlético Nacional en el estadio Libertad y, ante ello, quien habla, con una sonrisa burlona, le dije que no fuera a perder tiempo, teniendo en cuenta que no compartíamos los mismos gustos deportivos. Lamentablemente ese sueño fue segado por la muerte.

Pero más que esas simples banalidades, me entristece como la vida fue tan injusta con él y murió dejando a una familia con un profundo dolor junto a muchos sueños y proyectos que quedaron sin realizar. Entre las palabras que rondaban en mi cabeza cuando vi el cadáver en el lugar de los hechos, sin saber que era el de Andrés, era por qué el destino acabó con la existencia de ese ciclista que pereció en el suelo, quien no se imaginaba que iba a suceder este trágico hecho cuando despertó aquel domingo 23 de enero.

Esta lamentable muerte junto al profundo dolor que dejó esta ausencia me llevó a recapacitar y reflexionar varios días después en lo efímera que es la vida y como a veces la perdemos y la desgastamos sin ningún propósito. Andrés se fue sin cumplir algunos sueños para él y su familia, dejó un emprendimiento inconcluso y, seguramente, se privó de algunos momentos felices por las largas jornadas de trabajo en el periódico. Este hecho me llevó a reflexionar en la importancia de priorizar la felicidad y paz mental por encima del dinero, amor, trabajo y bienes materiales.

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No creo en el cielo ni en el infierno, no creo en una dimensión sobrenatural en donde paran los muertos, soy creyente que todo acaba en el cementerio, algunos con esperanza de resucitar o reencarnar, pero otros como mi persona sabemos que esta es nuestra única oportunidad de ser felices, no hay nada más después del ataúd.

Ante ello, para la familia de Andrés, sus amigos y conocidos, les extiendo un mensaje de solidaridad, fortaleza y resignación ante este lamentable hecho. Para con quien en vida compartimos extensas jornadas labores, solo me queda agradecerle por la alegría, las risas y las extensas charlas de futbol y de la vida. Me llevaré los mejores recuerdos en mi memoria para siempre.

Por: Juan David Galviz Eraso