El signo de Juan

Los llamados que Juan Bautista hizo en aquel momento sirven hoy para disponer nuestros corazones al encuentro con el Señor.
Monseñor Juan Carlos Cardenas

POR: MONSEÑOR JUAN CARLOS CARDENAS

Este 2° Domingo de Adviento aparece como figura central Juan el Bautista. Pariente de Jesús por demás, es considerado como el precursor del Señor, el que preparó los corazones de muchos para acogerlo como el Mesías esperado.

Los llamados que el Bautista hizo en aquel momento sirven hoy para disponer nuestros corazones al encuentro con el Señor. Como Juan, los cristianos debemos ser un signo para las personas de nuestro tiempo.

1. Una voz como la de Juan

Prevalece hoy un estilo de vida lejano de los valores cristianos: miremos cómo para muchos la Navidad tiene de todo menos a Jesús; o la Semana Santa es el tiempo para ir a la playa, que puede evocar cualquier cosa, menos el sacrificio amoroso de Jesús hizo por nosotros.

Nuestro tiempo necesita que los discípulos de Jesús seamos, como Juan, una voz que se levanta en el desierto de un mundo donde ya valores como misericordia, modestia, o pobreza espiritual no parecen tener ninguna relevancia. La contracultura que se va imponiendo amenaza con desfigurar nuestra identidad cristiana. El reto es que nuestras convicciones, por medio de nuestra vida, inspiren o interpelen a las personas de este tiempo.

2. Una vida como la de Juan

El evangelio nos cuenta que «Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre». Claramente su vida era un signo para la sociedad de su tiempo. Añade el evangelio que la gente acudía a él sedienta de Dios.

Preguntémonos si nuestra vida es tan inspiradora. Si al vernos la gente siente el deseo de acercarse a Dios. Abundan hoy figuras que se nos ponen como referente: deportistas, artistas, gobernantes y los muy actuales “influencers” seguidos por millones de personas. No se trata de buscar que nos sigan: porque eso no es lo que Juan buscaba. Él siempre decía que había “otro” que venía detrás de él. Sí se trata de que nuestro modo de vivir, nuestro lenguaje, la forma en que nos relacionamos como comunidad y con toda la gente, motive a los demás para buscar a Dios.

3. Una resistencia como la de Juan

Por último, es interesante como Juan tiene la valentía de desmarcarse de religiosidades ambiguas. Es capaz de desenmascararlas: «Y no se hagan ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues les digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras».

A nosotros nos corresponde desenmascarar esas formas de vida cristiana: unas tan individualistas que se consuelan pensando que es suficiente decirse creyentes, sin adoptar compromisos reales en su vida cotidiana, sintiendo que con darse la bendición al levantarse ya están siendo muy buenos discípulos del Señor, así en sus decisiones, sus relaciones y su comportamiento actúen totalmente en contra de lo que Jesús enseña. O esos cristianismos “alternativos” que no tienen ningún escrúpulo en poner en la misma bolsa las enseñanzas del evangelio con otras espiritualidades, poniéndolas en el mismo plano, como quien va a un supermercado y toma de distintas estanterías lo que más le gusta o le conviene.

Los discípulos de Jesús debemos ser las personas de las opciones firmes y claras, que no se rigen por la popularidad o las encuestas sino por la fidelidad al Maestro.

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