El renacer de la energía geotérmica en regiones volcánicas

Durante décadas, la energía geotérmica fue vista como una tecnología prometedora pero limitada. Su dependencia de zonas específicas —principalmente áreas volcánicas o de alta actividad tectónica— le imprimía una etiqueta de “energía nicho”. Sin embargo, en los últimos años esta percepción cambió fragmentariamente. Países con actividad volcánica, desde Islandia hasta naciones andinas como Chile, Ecuador y Colombia, están demostrando que la geotermia puede convertirse en un pilar energético estable y sostenible.

La geotermia aprovecha el calor interno de la Tierra, un recurso prácticamente inagotable a escala humana. Esto le da dos ventajas fundamentales: es constante y predecible. Mientras la energía solar depende del clima y la eólica de los vientos, una planta geotérmica puede producir electricidad las 24 horas con mínimas interrupciones. Esto la convierte en una aliada ideal para respaldar redes eléctricas que están migrando a fuentes renovables intermitentes.

La nueva ola geotérmica se apoya en avances tecnológicos que reducen costos y amplían posibilidades. Los sistemas de perforación profunda ahora permiten acceder a reservorios antes considerados inviables. Además, la exploración sísmica ha mejorado su resolución, lo que facilita identificar puntos exactos donde el calor es aprovechable sin riesgos mayores.

Los países andinos están en una posición privilegiada. La cordillera es básicamente un laboratorio natural de energía térmica, con cientos de volcanes activos e inactivos que ofrecen gradientes de temperatura excepcionales. Aún así, la adopción ha sido lenta. Obstáculos como la falta de inversión inicial, procesos regulatorios complejos y mitos sobre riesgos ambientales han frenado proyectos prometedores.

Sin embargo, los beneficios empiezan a pesar más. Las comunidades cercanas a proyectos geotérmicos suelen recibir infraestructuras nuevas, capacitación técnica y empleos sostenibles. Además, el impacto ecológico es significativamente menor que el de plantas tradicionales: requiere poca superficie y emite volúmenes mínimos de CO₂.

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Los expertos coinciden en que la geotermia no está llamada a reemplazar otras fuentes renovables, sino a complementarlas. Su firmeza convierte la matriz energética en un sistema más confiable. En un futuro energético dominado por la transición hacia la descarbonización, esta fuente podría ser la pieza que hace falta para estabilizar redes en países volcánicos. El calor que alguna vez se temió ahora podría alimentar una de las energías más limpias del planeta.