Por: Luis Eduardo Solarte Pastás
Las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), como las fundaciones y corporaciones, surgieron en la vida jurídica del país con la finalidad de coadyuvar con el Estado en el diseño, gestión y ejecución de proyectos y programas tendientes a buscar el bien colectivo, sin pretender obtener para sus promotores o gestores ninguna clase de rentabilidad con las ayudas económicas que pudiesen obtener para la ejecución de sus actividades.
Si bien es cierto, su objetivo fundamental con que nacieron era noble y altruista, con el transcurrir del tiempo muchas de las ONG se convirtieron en el mecanismo más idóneo y fácil para que los recursos que se captaban del gobierno nacional e internacional, se desviaran y se destinaran a cosas totalmente distintas a sus propósitos de llegar a coadyuvar en la solución acertada de las necesidades de la población o comunidades más marginadas en las cuales decían tener su radio de acción.
Precisamente, fue la clase política la que vio en esa clase de organizaciones la oportunidad de poder conseguir, en su momento, que la mayoría de los llamados auxilios parlamentarios y demás apoyos financieros del orden nacional, departamental o municipal se quedaran en fundaciones que los políticos se dieron a la tarea de crear en distintas modalidades a través de terceros o de testaferros.
Salvo algunas excepciones, las ONG sirvieron para financiar campañas políticas en épocas de elecciones, enriquecer a sus fundadores o permitirles vivir holgadamente con los dineros que conseguían de cualquier manera, sin que les importara demasiado el bienestar de la gente a quien decían querer ayudar a mejorar su calidad de vida. En el departamento de Nariño varios casos existen sobre el particular.
Así mismo, se convirtieron en una plataforma para que quienes hacían parte de ellas pudiesen obtener algún puesto burocrático. Pues, cada vez que se presentaba un proceso electoral eran los primeros en ir a ofrecer a los candidatos, sin consentimiento, los votos de la población a quien supuestamente decían servir; dándose, por ende, una manipulación politiquera.
Fue así como se constituyeron una inmensa cantidad de ONG de papel y de beneficio propio, máxime cuando hasta hace unos años no tenían que rendir cuentas a nadie, lo cual las llevó a su desprestigio y falta de credibilidad.
Si bien por ordenamiento legal las ONG tienen que registrar su constitución ante las Cámaras de Comercio, las alcaldías municipales y rendir informes ante la Dian, se necesita ejercer sobre ellas un verdadero y auténtico control para saber a ciencia cierta en qué es que andan y qué es lo que hacen a fin de que no sigan aprovechándose del dolor ajeno y robando tan descaradamente.
Finalmente, quiero aprovechar esta última columna del año 2022 para desearles tanto a los directivos de DIARIO DEL SUR, en cabeza de su fundador y propietario, Hernando Suárez Burgos, a los compañeros periodistas, al personal administrativo y técnico como a los lectores, familiares y amigos una Feliz Año 2023, en el cual todos nuestros sueños, esperanzas y buenos proyectos se conviertan en realidad con la ayuda de Dios al caminar por la senda del amor, la solidaridad, la fraternidad y la paz.

