EL POPULISMO Y EL PRESIDENTE PETRO

Por Ricaurte Losada Valderrama

Dentro de nuestro propósito de hacer pedagogía como elemento indispensable de la educación y, por ende, del pluralismo y de la democracia por fuera de las aulas de clase, de manera particular en el campo político y en esta coyuntura en que resulta útil hacer referencia a algunos aspectos del    populismo latinoamericano y su trasplante al actual populismo colombiano.

Ante todo, el populismo no es una ideología, sino una manera de hacer política. Es la política de la emoción, el desconcierto y la división. Es una tendencia que, si es de izquierda, como en Petro y en Maduro, busca atraer a las clases populares, como un desafío a la política tradicional, llevando a los ciudadanos a posiciones extremas y dividiendo a la sociedad.

 Y si es de derecha, como en Trump, Bolsonaro, Bukele y Milei, busca que venzan las clases altas. En ambos casos debido al descontento político, particularmente en América Latina donde hay un inconformismo peligroso para la democracia, aunque este es en todo el planeta en el cual hay 5500 millones de personas que viven bajo regímenes autoritarios.

 El populismo también es equivalente de antisistema. Utiliza una vaga retórica antisistema que atiende y alimenta aún más los extremos ideológicos y la polarización antagónica.

En todo caso, se trata de una expresión ​ vaga, indefinida, ambivalente y de naturaleza controvertida. Se equipara con el nacionalismo, el fascismo y el neofascismo. Müller, por ejemplo, considera que los nacionalsocialistas y fascistas son populistas y en expresiones de Hermet, se usa entremezclado con otros conceptos y términos conexos y carece de significación intrínseca, así como   de  ineficiencia teórica extrema como concepto. 

En Latinoamérica varios presidentes están jugando la carta de la victimización como Gustavo Petro  y Xiomara Castro, con el propósito de recuperar el apoyo popular. Petro, incluso ha hablado de una Asamblea Nacional Popular para defender la democracia.

En palabras del politólogo e historiador, Armando Chaguaceda, “cuando acusan que hay un desgaste acuden a estas narrativas de golpes o lawfare, llaman a usar las calles, presionan a otros poderes del Estado y generan una polarización.”

Y ¿Se puede pensar la política latinoamericana sin el populismo? Aunque el populismo es, sin duda, un fenómeno mundial, que también está creciendo actualmente en democracias maduras o más sólidas como las europeas y la estadounidense, es en América Latina donde la tradición populista pareciera ya ser parte de una manera de hacer política.

Desde Perón en Argentina, Chávez en Venezuela,  Bolsonaro en Brasil, hasta Petro en Colombia, la apelación al pueblo es constante, con la intención de contraponer al pueblo sufrido a las élites explotadoras y cuyo único defensor es el líder carismático, dotado del poder de cambiar el rumbo del país y de instalar la anhelada reivindicación social. Y es que el populismo es una manera de construir un discurso, sea en democracia o en dictadura.

A manera de conclusión, el populismo latinoamericano se caracteriza por la constante apelación al pueblo, el autoritarismo, la confianza exagerada en el líder carismático, el nacionalismo, el anticapitalismo, la concentración del poder en el Ejecutivo y la presentación del pueblo y de las élites como polos antagónicos. Es lo que hace el presidente Petro. Agréguese que cuando gobierna, generalmente lo hace al revés.

@ricaurtelosada