Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro.
Una vez más Juan el Bautista aparece en la escena, esta vez enviando un mensaje a Jesús desde la cárcel que es respondido por el Señor. Al saludarles, les invito a reflexionar el evangelio de este domingo (Mateo 11,2-11).
1. La pregunta de Juan
El domingo pasado se nos mostraba al Juan penitente, predicador que convocaba al pueblo a preparar los caminos al Mesías que estaba por llegar. Parecería un contrasentido que hoy el Bautista haga una pregunta que refleja incertidumbres: «¿Eres tú el que has de venir o tenemos que esperar a otro?»
No obstante, esta pregunta busca clarificar el tipo de Mesías que debe esperar la gente. Sometidos por siglos a diferentes imperios dominadores, los judíos se había hecho a la idea de que el liberador prometido por Dios debería ser una suerte de líder militar o político. Pero Jesús está muy lejos de esto. A nosotros la pregunta de Juan nos invita también a purificar la imagen que nos hacemos de Jesús. El mismo Señor preguntará a sus discípulos: «Ustedes, ¿quién dicen que soy yo?».
2. La respuesta de Jesús
Jesús habla claramente: «Vayan a anunciar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados». Jesús no es el Mesías que muchos imaginaban: su lenguaje no será político, su estrategia no será militar y sus intereses no serán económicos.
Jesús viene al mundo buscando la recuperación de las personas, pero a partir de una transformación que empieza dentro, en el corazón, en la manera de pensar. Y a partir de allí, de un cambio profundo, será posible hacer nuevas las relaciones con los demás, ser constructores de paz y practicar la justicia, procurando el bienestar de todos.
3. ¿Y nosotros?
Luego de hablar de Juan, “el más grande nacido de mujer”, Jesús afirma: «el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él». El Adviento que estamos viviendo nos invita a reconocer la grandeza de Dios revelada en el misterio de la pequeñez.
La pequeñez aparentemente impotente del niño en el pesebre, en un escenario sencillo: el pesebre con sus animales, sus pastores, nos dice algo: Dios da su gracia a los humildes. Su gracia quiere habitar en los que son capaces de vaciarse de todo para dejarse llenar de Dios.
Purifiquemos la visión que podamos tener de Dios, de Jesús: no hagamos depender nuestra relación con él de beneficios, milagros o compensaciones personales. Ante todo busquémoslo a él, el verdadero y mayor tesoro. La Navidad que se acerca nos abra a hacer de Jesús nuestro todo.

