Por Ricaurte Losada Valderrama
Nuestra historia republicana está signada por la guerra y, por ende, por la destrucción, el retroceso, el subdesarrollo y, lo que es aún más grave e irreparable: la muerte. No más el último conflicto armado ha dejado nueve millones de muertos; hemos tenido once guerras civiles nacionales declaradas y otras no declaradas, así como un cúmulo de magnicidios, entre los cuales el de Miguel Uribe Turbay es uno entre los muchos que ha vuelto a martirizar y conmover el alma nacional.
El de Miguel tiene unas muy particulares peculiaridades por tratarse de un líder de apenas 39 años que perdió a su madre, Diana Turbay, también asesinada, cuando era un niño y que en muy corto tiempo, debido a su inteligencia, recia formación de su abuela, convertida en auténtica madre -Nidia Quintero-, tenacidad y recia dedicación, había ascendido al Senado y convertido en precandidato presidencial del Centro democrático, del cual es líder natural el ahora condenado expresidente Uribe, no se sabe si justa o injustamente, debido a la politización de la justicia.
Además de esta mención al expresidente, que la refiero aquí también porque ante la salida de Miguel del Liberalismo, Partido que no ha fallecido por su aporte decisivo a nuestra historia y, por lo tanto, anclado en el sentimiento popular, el líder se afilió al Partido de Uribe y encabezó la lista al Senado con una de las votaciones más representativas en la historia de Colombia que lo proyectaban, casi con seguridad, como el candidato presidencial de esa colectividad.
Qué dolor personal de la gran mayoría de colombianos y dolor de patria el que ha producido este magnicidio, pues el solo hecho de recordar que Miguel quedó sin madre a muy temprana edad y que es la misma situación en que queda su hijo Alejando, conmueve en lo más profundo el alma nacional y, si a ello se agrega no más el dolor de su esposa María Claudia y de sus tres hijas adoptadas, que conformaban un hogar ejemplar, no más con esto ya es motivo suficiente de inmenso dolor y prueba suficiente de un país al borde del abismo con el gran compromiso de mantener ante todo la democracia.
Frente al preocupante panorama que existía antes del fallecimiento de Miguel, la semana pasada escribí la columna titulada, Recuperar la Sensates, que ahora más que nunca con la situación agravada debido a su fallecimiento, ha continuado aflorando y expandiéndose, que como lo advirtiera el candidato presidencial Sergio Fajardo, no nos queda otro camino, si queremos despejar el futuro, que huir a la amenaza, al odio, a la polarización y a la muerte.
Y una pregunta ¿qué estará pasando en la tumba del expresidente Turbay?, abuelo de Miguel y hacedor como ninguno de paz y de concordia, a quien le exterminaron a sus familiares en mi departamento -el Caquetá-, le mataron a su hija Diana y ahora acabaron con la vida de su nieto.
Pero en todo caso, de lo que sí se sabe es de la sobrecogedora escena de su padre Miguel, aferrado al féretro de su hijo, pronunciando un discurso de concordia y dando, por la solidaridad, las gracias a Colombia y a la comunidad internacional.
Paz para Colombia y en la tumba de Miguel.
@ricaurtelosada

