Por: Mauricio Fernando Muñoz Mazuera
En la mañana del martes 3 de junio de 2025, el líder indígena y coordinador general de la organización Camawari, Luis Aurelio Araujo Hernández, fue asesinado junto a sus dos escoltas, en zona rural del municipio de Ricaurte, Nariño. Los tres hombres fueron interceptados por personas armadas en la vereda Cuaiquer Viejo. Según los primeros reportes, los asesinos abrieron fuego contra los ocupantes del vehículo asignado por la UNP, y luego incendiaron la camioneta con los cuerpos en su interior.
Con este triple homicidio, ya son 73 los líderes sociales asesinados en Colombia en lo que va de 2025, según cifras del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz La ONU condenó el crimen e instó al estado colombiano a investigar y sancionar a los responsables, recordando que el pueblo Awá ha sido declarado en riesgo de exterminio por parte de la Corte Constitucional.
Al día siguiente del suceso en mencion, ningún medio estuvo cubriendo el asesinato, ni se ubicó a las afueras del hospital o del lugar en donde reposaban los cuerpos incinerados de estas personas, y así como fue el caso del líder indígena, no ha habido ningún medio de comunicación que de forma incisiva y hasta hostigante, se volcase a cubrir la muerte de los otros 72 líderes que han perdido la vida en acto criminales durante este año.
A raíz del atentado que sufrió el senador Miguel Uribe el pasado fin de semana, se evidencia cada vez más que la justicia, la parafernalia y los reflectores siempre serán para los de mancornas, corbata y abolengo, mientras que para los de sombrero, ruana y de familia humilde, solo queda la impunidad.
No es mi intención minimizar lo ocurrido con el senador, pero si colocar la situación en el contexto que debe ser, aquí no estamos volviendo a los 80´s o 90´s. No podemos volver a aquella época porque nunca la hemos dejado, y no solo hablamos de dos décadas atrás, esta situación la estamos viviendo desde hace más de 70 años, cuando las familias que se repartieron el poder en nuestro país después de los conflictos fratricidas que han pululado en esta tierra, decidieron nunca alejarse del poder a como diera lugar. Por eso siempre estará lista la estrategia que reaviva el fuego que nunca se ha extinguido en este país, aquella llama voraz que no se detendrá hasta que consuma a todos y les permita a los de siempre, mandar así se, las cenizas de lo que quedó.
Los medios internacionales, que le están siguiendo el juego a la élite, se han encasillado en decir que el gran perdedor de esta situación es el presidente Gustavo Petro, pero ¿Cómo puede ser el gran perdedor aquel que durante estos 3 años solo ha vivido perdiendo? Petro, según los medios tradicionales, ha perdido credibilidad, favorabilidad, legitimidad. Ninguna de sus propuestas han tenido eco entre la clase dirigente, el presidente, en pocas palabras, solo ha sido una figura decorativa mientras el país se cae a pedazos.
Hablando de cifras, en la primera década del año 2000, 258 concejales fueron asesinados en el país, recordemos que estos asesinatos se ejecutaron en el tiempo en donde la “seguridad democrática” estaba en boga. No podemos olvidar que el 24 de abril de 2022 Jesús David Ureña, fue secuestrado mientras se desempeñaba como alcalde encargado del municipio de El Charco (Nariño), los hechos ocurrieron cuando se dirigía por vía fluvial desde Guapi, Cauca, hasta ese municipio. Hasta el momento no se sabe nada del burgomaestre, y nadie hace nada por conocer que sucedió, aquí no ha habido noticieros transmitiendo 24 horas al día, o cubrimiento internacional, velatones y marchas a nivel nacional, para nada, la vida del doctor Ureña quedo tristemente en el olvido, así como la de miles de Colombianos que han sido privados de su libertad, heridos o asesinados por su labor social o política. Aquí no estamos para frivolizar el hecho criminal, pero si para emitir nuestra opinión, y con ella, invitarles a todos ustedes a no comer entero, y mirar el trasfondo de lo que está sucediendo, porque los grandes perdedores siempre seremos los mismos, los del pueblo raso, los olvidados y vilipendiados.

