El corazón es un órgano misterioso… y no porque late sin parar, sino porque ha tomado decisiones biológicas radicales para mantenerse vivo.Para empezar, casi ningún cáncer puede tocarlo. A diferencia de otros tejidos que se regeneran todo el tiempo, el corazón “renunció” a dividir sus células para reducir al mínimo los errores genéticos. Se volvió casi inmune a los tumores, pero pagó un precio: cuando se daña, no puede repararse del todo. Es un órgano que eligió la estabilidad por encima de la regeneración.Y eso no es lo único extraño. Dentro de tu pecho llevas un “segundo cerebro”: unas 40.000 neuronas que procesan información, reaccionan y envían señales al sistema nervioso. No piensa como tú, pero sí conversa con tu cerebro, modulando emociones, dolor y calma.Su autonomía es tan extrema que puede seguir latiendo incluso fuera del cuerpo, impulsado por su propia electricidad interna. No necesita órdenes externas: nació para funcionar solo.Y cuando te rompen el corazón… se rompe de verdad. Existe un síndrome —Takotsubo— donde una descarga brutal de estrés emocional deforma físicamente el músculo cardíaco. La tristeza puede moldear la anatomía.Incluso tu agenda afecta su salud: los lunes concentran más infartos que cualquier otro día, impulsados por picos hormonales y el reinicio forzado del ritmo semanal.Tu corazón no es solo un músculo. Es un órgano eléctrico, emocional, autónomo y vulnerable.

