La idea de la “ciudad de 15 minutos” propone que cualquier persona pueda acceder a servicios esenciales —trabajo, educación, salud, ocio y compras— a no más de quince minutos caminando o en bicicleta. Aunque nació en Europa, el concepto está tomando fuerza en América Latina, donde los problemas de movilidad afectan la calidad de vida y la productividad.
La región tiene un reto distinto: su urbanización desordenada. Barrios informales, transporte insuficiente y desigualdad espacial hacen difícil la implementación directa del modelo europeo. Sin embargo, varias ciudades están encontrando su propia versión. Bogotá, Medellín, Montevideo y Ciudad de México han comenzado a reorganizar zonas específicas para que sean autosuficientes.
El cambio no solo es de infraestructura, sino de mentalidad. La idea de que “todo queda lejos” ha dominado por décadas. Ahora, con la llegada de microcomercios, coworkings barriales y centros de salud móviles, los ciudadanos redescubren su propio vecindario. Este cambio reduce la dependencia del carro y mejora la seguridad, porque las calles activas tienden a ser calles más vigiladas.
Los urbanistas destacan que la ciudad de 15 minutos puede ser una herramienta contra la desigualdad. Si un habitante de la periferia tiene que viajar dos horas para trabajar, está pagando una factura invisible en tiempo perdido y estrés acumulado. Llevar servicios a esos barrios no solo ahorra tiempo: aumenta oportunidades.
No obstante, el modelo enfrenta críticas. Algunos temen que generan burbujas donde zonas bien desarrolladas se vuelven autosuficientes mientras otras quedan abandonadas. La clave está en aplicar el concepto de manera gradual y equitativa. El objetivo no es convertir cada barrio en una utopía perfecta, sino acercarlo un poco más a la autonomía.
En medio de la expansión del teletrabajo y la creciente conciencia ambiental, la ciudad de 15 minutos ofrece una ruta realista hacia urbes más humanas. No transforma solo llamadas: transforma ritmos de vida. Y en una región donde el tiempo parece siempre escurrirse, recuperarlo puede ser una revolución silenciosa.

