Por: P. Narciso Obando.
Podemos expresar con absoluta certeza que cada día que pasa nos acercamos al final de nuestra vida, y no se trata de una exageración o tener un pensamiento pesimista, simplemente es una realidad para todo ser viviente. Por eso, es necesario hacer un alto en el camino de vez en cuando para reflexionar sobre lo que hemos hecho, lo que hemos dejado de hacer y cómo la realidad de la muerte nos encontrará el momento de dejar este mundo.
Por eso, es bueno preguntarnos: ¿Amamos a los demás, tenemos discordias o pleitos con otras personas, realmente hemos sido buenos administradores de los dones que Dios nos ha dado, nos preocupamos demasiado por los bienes pasajeros, olvidamos agradecer por lo que tenemos, ponemos más atención en las cosas materiales que en las personas?
Definitivamente, podemos hacer un serio examen de conciencia para comprender si estamos en el camino correcto o si debemos corregir el rumbo de nuestra vida, porque, aunque cada persona es un mundo y no todos tenemos las mismas prioridades ni los mismos valores, podemos tener en común que hay algo que apreciamos más que cualquier cosa, por ello deberíamos poner énfasis en entender si realmente vale la pena o sencillamente estamos perdiendo el tiempo.
Desafortunadamente muchas personas se empeñan únicamente en trabajar para tener cosas y acumular bienes, olvidando que lo principal y primordial es obsequiar nuestro tiempo y presencia a las personas que amamos. Hoy en día muchas personas, equívocamente piensan que nada les pasará, como si fueran a vivir eternamente, sin embargo, en un instante podemos perder la vida.
La vida tiene sus altos y bajos, no esperemos a que la desgracia toque a nuestra puerta, abramos los ojos y veamos con el corazón a las personas están hoy aquí presentes, pero quizá mañana ya no volverán, no desperdiciemos el tiempo en acumular bienes materiales, enemistades, rencores o recuerdos amargos, nada de eso nos hace bien y solo lograrán hacernos vivir sin la paz interior que tanto bien hace al ser humano.
Tratemos siempre de vivir sin ataduras, no vale la pena, lo que realmente importa debe estar por encima de todos los sentimientos adversos, porque cuando se pierde definitivamente a un ser amado, ya nada de lo que hagamos podrá devolverlo a nuestro lado.
Pongamos en orden nuestra vida, nuestras prioridades, de tal manera que, cuando nuestro tiempo llegue, no dejemos problemas, los hay de tantas clases como gente hay en el mundo, por eso, tratemos de arreglar lo que sabemos que puede causar sufrimiento a nuestros familiares, pongamos nuestro corazón en el verdadero tesoro del amor y la comprensión hacia nuestros seres amados y hacia cualquier prójimo que tengamos cerca.

