¿Dónde está la autoridad en Pasto?

Caminar por las calles de Pasto hoy en día se ha convertido en una actividad que exige más atención que disfrute. Cada cuadra revela una preocupación creciente: la inseguridad. Robos a mano armada, microtráfico y actos de violencia menor se han vuelto parte del paisaje diario, mientras la presencia de la autoridad parece cada vez más diluida, más fantasmal.

La baja visibilidad de policías y agentes de control no solo deja un vacío de orden, sino que también transmite un mensaje claro: el ciudadano está solo frente al delito. En barrios tradicionalmente tranquilos como Santa Mónica, La Aurora o el centro mismo, los residentes se preguntan si los patrullajes son más un mito urbano que una realidad efectiva. La sensación de abandono se fortalece, y con ella el miedo.

La autoridad no solo debe estar en los informes oficiales o en las ruedas de prensa. Su función es real, tangible, y debe ser visible en cada esquina, en cada parque, en cada zona escolar. La prevención no es simplemente esperar a que ocurra el delito para actuar, sino mostrar presencia constante para disuadirlo. Sin embargo, en Pasto esa prevención parece haberse desdibujado, dejando a los ciudadanos en una vulnerabilidad alarmante.

La comunidad intenta organizarse mediante redes de apoyo, alarmas vecinales y denuncias públicas, pero ¿qué tan efectivo puede ser el esfuerzo civil sin un respaldo estatal sólido? Exigir mayor presencia policial no debería ser un acto de desesperación, sino un derecho garantizado.

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A medida que Pasto crece y se moderniza, su tejido social exige con la misma fuerza una respuesta institucional acorde. No basta con promesas futuras o operativos esporádicos; se requiere una estrategia seria, continua y cercana a la gente. La seguridad es la base de cualquier ciudad que aspire a ser verdaderamente habitable. Ignorarla es condenar al municipio al retroceso, a la desconfianza y al miedo como norma.

Hoy más que nunca, Pasto necesita que su autoridad vuelva a ocupar su lugar, no como un mero símbolo, sino como una presencia firme y protectora. Los ciudadanos merecen caminar tranquilos, sin la sombra permanente de la inseguridad acechando a cada paso.