Si bien es cierto las nuevas tecnologías llámense tablets, computadores o teléfonos celulares acortan distancias y facilitan la comunicación entre un lugar y otro, convirtieron a la humanidad en una sociedad autómata. Para precisar porque en el planeta Tierra algunas personas actúan como androides no hace falta ser un especialista, ni un analista del otro mundo, pues por las congestionadas calles de la ciudad de Pasto se evidencian niños, niñas, jóvenes y adultos operando a dos manos el teléfono celular.
La misma experiencia se observa en los centros comerciales, parques recreacionales, colegios, universidades, lugares de trabajo, templos, cafeterías, restaurantes y hasta en las salas de cine. ¡Por Dios!, estamos contagios por esa ‘pandemia tecnológica’ que lo único que ha hecho es acortar el talento, atrofiar la creatividad, fomentar el facilismo y por supuesto restarle importancia a la unidad social y familiar.
Si una persona está con la ‘depre’, para muchos la ‘cura’ está el ‘celu’ porque consideran que en ese aparato la melancólica ciudadana tendrá el mundo en sus manos; ¡qué horror!
Antes de que la tecnología se apodere del universo, a lo largo de mi infancia tuve la fortuna de disfrutar de inocentes y lúdicos juegos que ahora; poco o nada se sabe de ellos o en el peor de los casos, ni siquiera ofrecen los teléfonos celulares.
De aquellos inolvidables juegos en los que predominaba la actividad física, la integración, la solidaridad y la sinceridad, hicieron parte las tradicionales escondidas, el neto; en el que las protagonistas eran las bolas de cristal de colores o las tradicionales canicas. Cómo olvidar el ‘congel’, el salto de la cuerda, los trompos, las cometas y la rueda, esta última lo constituía el aro de viejas llantas de carro que generalmente reposaban en las afueras de los montallantas de los barrios.
Para que esos aros de caucho giren al compás de cada caminata o corrida, era necesario un palo con el cual se controlaba cada giro de las ruedas. El ‘tope’ era otro juego en el que predominaba el estado físico, pues sin él era imposible que lo alcanzaran.
‘Las pastillas’, las ollitas y las cocinadas también fueron juegos que entre niños, niñas y adolescentes disfrutamos sanamente y con mucha diversión en los patios, en las calles y en los alrededores de los templos.
La tecnología avanzó tanto que lo único que está provocando es la deshumanización de la sociedad, es por ello que en algunas familias el diálogo se perdió incluso a la hora del almuerzo y de la cena, porque algunos niños, niñas, jóvenes y adultos se volvieron adictos a las redes sociales y a otras aplicaciones que en últimas no aportan en la edificación de una mejor sociedad.
Por: Juan Miguel Narváez Eraso.

