P. Narciso Obando.

Dios quiere que seamos felices

La humanidad tiende a calificarse ¡feliz o infeliz! Es el deseo profundo, la lucha continua, las ansias del corazón. A veces nos desviamos cuando ponemos la felicidad en las cosas, en las personas, en el dinero, en la fama, etc. Decimos que la felicidad no la dan las riquezas, pero nos afanamos en poseer y acaparar, esto nos aleja de la felicidad.

Dios, en su infinita misericordia, nos creó libres y nos dio todo para ser felices. La primera narración teológica – “no científica”- de la Creación, en el Libro del Génesis, parte de la creación del mundo y, al final, los seres humanos somos el culmen de su creación. Dios Crea para el hombre el Jardín del Edén, todo orientado a su criatura amada, nos creó y nos encomendó el cuidado de la creación.

Como nos introduce el Libro del Génesis, Dios quiere que el hombre sea feliz, le da toda su realización: Vio que era bueno y lo entregó para que nada faltara a la humanidad, lo hizo libre para crecer y desarrollarse. Pero el hombre cayó, fruto de su soberbia y mal uso de su libertad, quiso “ser como Dios”, fue tentado por el demonio y cayeron; esa caída le llevó al hombre, “como castigo”, a trabajar por su sustento y la finitud de su vida terrena, volver al polvo de donde salimos. Pero Dios no los abandonó ni nos abandona, sigue ofreciendo la salvación, porque quiere que seamos felices.

El mundo creado y la inocencia del hombre, esto no fue Dios Creador quien nos lo quitó, sino el mismo ser humano en el uso incorrecto de su libertad. No nos abandonó, mantuvo su amor y la promesa de un Salvador que nos devolvería la libertad perdida y las armas para vencer la esclavitud del pecado; por la gracia de Cristo, vamos recuperando y disfrutando de la felicidad.

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El apóstol San Pablo nos recuerda en una de sus Cartas: “si por un hombre (Adán) entró el pecado en el mundo, por un solo hombre “Cristo” nos llegó la redención, el perdón de los pecados y la salvación”. Nuestro feliz caminar en Cristo nos lleva a buscar la felicidad plena en el Reino eterno del Padre.

Ser felices en Cristo no es ser amargados por lo que falta, es estar disfrutando de todos y de todo, es el anhelar ser mejores, romper dependencias y saber gustar de los pocos o muchos bienes; saber vivir y convivir en la armonía con los semejantes, sin discriminar ni despreciar.

Saber vivir, descubrir dónde está la felicidad, que los problemas ni las enfermedades no excluyen ni van contra la felicidad. Si Dios me creó bueno y me sostiene en Él, es porque quiere que sea feliz. Tenemos todo, aprovechemos todo.

Nunca digas que Dios no quiere que seas feliz, mejor pídele y busca lo que nos da a manos llenas para ser felices; para eso nos creó, por ello envió a su Hijo muy amado a redimirnos, a quitarnos el yugo del pecado que pesaba sobre nuestros hombros, porque nos ama y nos quiere felices. Somos bendecidos, bienaventurados y dichosos, desde el principio de la creación.

Por: P. Narciso Obando.