Cada 31 de julio se conmemora el Día Mundial de los Guardas Forestales, una fecha que honra a quienes dedican su vida a cuidar los ecosistemas del planeta. Aunque no hay grandes celebraciones ni campañas mediáticas, su trabajo es esencial y muchas veces invisible. En zonas rurales y áreas protegidas, hombres y mujeres recorren trochas, escuchan el canto de las aves y vigilan que el bosque no desaparezca.

Una fecha con propósito global
La efeméride fue instaurada en 1996 por la Federación Internacional de Guardaparques (IRF) con el objetivo de visibilizar el trabajo de estos profesionales y rendir homenaje a quienes han perdido la vida en servicio. Desde entonces, se conmemora en más de 60 países con actividades como ceremonias, reforestaciones y charlas educativas.
Los guardas forestales —también conocidos como guardabosques— cumplen funciones que van desde el control de incendios y la vigilancia contra la caza furtiva, hasta la educación ambiental y el monitoreo de especies. Su presencia es clave en parques nacionales, reservas naturales y territorios comunitarios.
Más que vigilancia: vínculo con el territorio
La labor de los guardas forestales va más allá del patrullaje. Muchos son intérpretes ambientales, observadores de aves, sabedores locales y fotógrafos de naturaleza. Su conexión con el entorno es profunda, y su compromiso nace del amor por el territorio que protegen.
Riesgos que pocos conocen
Cada año, decenas de guardas forestales mueren en el cumplimiento de su deber. Enfrentan incendios, traficantes de especies, minería ilegal y conflictos sociales. Esta realidad ha impulsado programas de seguridad y bienestar para quienes trabajan en campo.
El Día Mundial de los Guardas Forestales es una oportunidad para reconocer su entrega, reflexionar sobre su papel en la conservación y exigir condiciones dignas para quienes protegen el patrimonio natural del planeta.
