P. Narciso Obando.

¿Desaparecerá la corrupción?

Es cierto que la corrupción en el ejercicio del poder público no es patrimonio de un solo partido político ni de un grupo en particular. Quienes piensan que, al cambiar un determinado partido en el poder, la corrupción de los que saqueaban o usufructuaban los bienes de la nación se terminaría, por la honestidad y “decencia” prometida de los recién llegados, están soñando. La naturaleza humana no funciona así, los cambios socio-políticos no son ni automáticos ni a corto plazo; tampoco los morales.

El triste hábito de la denigración nacional dice que nuestro país es el más corrupto del mundo. Es así como todos los días tenemos noticias que ejemplifican la tentación irresistible de tomar lo ajeno, en especial de los bienes de la comunidad, y sobre todo de los menos favorecidos.

El cambio de partido que gobierne en los altos cargos del poder ejecutivo, no garantiza que se acabe automáticamente la corrupción. Políticamente hablando, la corrupción se reduce cuando se transparenta el manejo de los dineros públicos, cuando la asignación de una obra o una compra a gran escala se pone a la vista de quien desee verla. Cuando el equilibrio de poderes es más eficiente y honesto, se dificultan el saqueo y el abuso de recursos del estado.

Es importante desbaratar en cada una de sus partes lo que llamamos corrupción, incluyendo desde el robo de dinero (directo o por testaferros), llevarse a casa bienes del estado, disfrutar de los bienes o servicios públicos en exceso de lo legalmente permitido por el cargo ocupado, hasta aprovechar el poder propio y la debilidad ajena para obtener favores, como los sexuales.

Como toda falla humana de conciencia, la solución para reducir la corrupción en la forma y lugar que sea, es solamente con una recta formación de esa conciencia. Si las reglas del juego, es decir los principios morales son erróneos, débiles o fácilmente desoídos por falta de integridad, la corrupción, como cualquier otra falla, delito o pecado seguirá viviendo.

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Desgraciadamente, quienes fortalecen la inmoralidad o la amoralidad (la ausencia de moral), son los partidarios de una exagerada libertad que sépanlo o no es libertinaje, que atacan, insultan y ridiculizan a quienes exigen respeto a la moral, acusándolos de retrógrados, intolerantes, ignorantes y algunos insultos más.

La humanidad tardó miles de años en aprender y reconocer la moral natural, y quienes ahora, en nombre de la “modernidad” libertina desprecian y ridiculizan esa moral y la exigida por las religiones, vuelven al hombre a la era cavernaria, y así no se combate la corrupción, se fomenta.

La corrupción en sus diversas formas, de robo o de abuso, debe combatirse con todas las herramientas legales con que cuenta el estado. La transparencia de la administración pública es lo que da lugar a conocer los detalles de compras absurdas por miles de pesos, hechas irresponsablemente por quienes piensan que disfrutar de ello está bien y es privilegio del cargo ejercido. Es así que los saqueos de las arcas del estado y el abuso de los bienes y servicios se va reduciendo con la transparencia.

Por: Narciso Obando.