JAVIER RECALDE

DEFENSOR DE LA TIERRA

Por: Javier Recalde Martínez.

La vida y la muerte son dos caras de una misma moneda, un ciclo inevitable que define la existencia humana. Sin embargo, hay personas cuyo legado trasciende su paso por este mundo, y el papa Francisco fue una de ellas. Jorge Bergoglio, quien dedicó su pontificado a defender la vida en todas sus formas, nos deja un mensaje eterno sobre la importancia de cuidar nuestra “Casa Común”, como él solía llamar a la Tierra. Hoy, al reflexionar sobre su huella en la historia, es imposible no reconocer cómo su voz profética resonará más allá de su partida física.

Desde los primeros días de su papado, Francisco asumió el rol de defensor incansable de los más vulnerables: los pobres, los marginados y también el planeta, que él consideraba víctima del consumismo desenfrenado y la indiferencia humana. En Laudato Si’, su encíclica ecológica, escribió con claridad que “el grito de la Tierra y el grito de los pobres están conectados”. Con estas palabras, desnudó las injusticias que hoy amenazan la vida en todas sus expresiones. Su llamado fue contundente: si no cambiamos nuestra relación con la naturaleza, estamos condenando a futuras generaciones a un futuro insostenible.

Pero el papa Francisco no solo habló; actuó. Transformó estructuralmente la Iglesia Católica para hacerla más cercana a quienes sufren, abrazando causas ambientales, sociales y económicas que muchas veces incomodaron hasta a sus propios aliados. Denunció sin miedo la cultura del descarte, donde todo —y todos— pierde valor cuando deja de ser útil. Su crítica al sistema capitalista voraz y su insistencia en construir una sociedad más justa y sostenible han dejado marcas indelebles en el pensamiento global.

Ahora, ante la certeza de su finitud, queda claro que su legado no morirá con él. Las semillas que plantó en corazones, mentes y políticas públicas seguirán germinando. Su visión de un mundo donde la vida —humana, animal, vegetal— es sagrada inspirará a nuevas generaciones a luchar por un planeta más justo y equilibrado. Aunque su cuerpo mortal sucumba, su espíritu vivirá en cada acto de amor hacia la Creación, en cada decisión que priorice la vida sobre el lucro.

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Pero su labor no se limita a discursos o documentos. El papa Francisco ha transformado estructuralmente la Iglesia Católica, integrando principios ecológicos y sociales en su agenda pastoral. Ha promovido reformas internas para hacer de la Iglesia una institución más transparente y cercana a los pobres, aquellos que sufren primero las consecuencias del cambio climático y la explotación ambiental. Su estilo austero y su constante llamado a vivir con menos han desafiado incluso a sectores conservadores dentro de la misma Iglesia, demostrando que liderazgo implica coraje para cambiar paradigmas.

El concepto de sostenibilidad, que hoy gana terreno en el mundo empresarial, encuentra uno de sus pilares éticos en la visión del pontífice argentino. Él nos recuerda que cada ser vivo tiene valor intrínseco y que el desarrollo debe ser inclusivo y respetuoso con el medio ambiente. Sin embargo, ahora surge una pregunta crucial: ¿quién liderará estos procesos tras su definitiva partida? La tarea es enorme, pero su legado ya ha sembrado semillas en líderes de diversas áreas, desde activistas ambientales hasta ejecutivos conscientes.

El papa Francisco deja claro que defender la Tierra no es solo un deber ecologista, sino un acto de justicia social. Su voz seguirá inspirando a generaciones mientras enfrentamos el reto más grande de nuestra era: construir un futuro sostenible para todos los habitantes de esta casa común.

Gracias, Francisco.

javierecalde.jrm@gmail.com