Sofonías Rodríguez.

“De rodillas” por el café

El café en Colombia tiene alrededor de 300 años de historia desde que los jesuitas lo trajeron presumiblemente al tiempo en que los árabes expandieron por todo el mundo más o menos en el siglo XVIII. En el año 1.835 ya se exportaban los primeros sacos producidos en la zona oriental, más concretamente desde la aduana de Cúcuta.

Antioquia, el Eje cafetero, Valle, Huila y Nariño en Colombia corresponden a zonas cultivadoras del grano donde el campesino tiene metido en su alma la vocación de estar entre los pequeños o grandes caficultores sin importarles la dispendiosa labor que deben realizar para comercializarlo con calidad. Esta tendencia viene siendo heredada de antiguas generaciones.

Haciendo referencia al departamento de Nariño los cafeteros en su mayoría minifundistas han sufrido toda clase de vicisitudes como: la falta de apoyo de los gobiernos de turno, las imperdonables deudas con entidades crediticias, la acción despiadada del prolongado invierno que de manera implacable ha afectado las fincas de café diezmando su producción.

 

«Cuándo podrá el campesino de las zonas cafeteras de Nariño encontrar un mejor panorama de apoyo para impulsar la industria que sigue siendo la mayor divisa de nuestro país».

 

Colombia es un país fervoroso y creyente. Desde que se nace a todos nos enseñaron que la oración para pedir del Señor su misericordia, para dar gracias por tantas bondades de su mano generosa y para acompañar los actos religiosos y bendiciones siempre hay que hacerlo de rodillas en señal de humildad y de reconocer que Dios es nuestro padre.

Pero lo nuestro amigo José resulta curiosamente metafórico cuando dice que su gremio vive desde hace tiempo una visible esclavitud, argumentando que desde que se siembra el café hay que hacerlo de rodillas, cuidarlo de rodillas, recoger el grano y secarlo de rodillas, para venderlo casi que de rodillas ante los precios de compradores e intermediarios.

loading...

Esta complicada situación de los pequeños caficultores que por seguir la tradición de sus mayores se le miden a este oficio que es arduo y poco favorable para un gremio que en todo tiempo ha enfrentado duras crisis, fuera de que los cultivadores se han visto obligados a comprar insumos a exagerados costos para no perder la cosecha, o en el peor de los casos, dejar todo a la buena de Dios

Cuándo podrá el campesino colombiano, concretamente el de las zonas cafeteras de Nariño encontrar un mejor panorama de estímulo y de apoyo para continuar impulsando la industria que sigue siendo la mayor divisa de nuestro país, por ahora venida a menos a causa del intenso invierno que erosiona la tierra, daña los caminos rurales y deteriora las plantaciones-.

De rodillas y tinto amargo, la cosa es grave.

Por: Sofonías Rodríguez M.