Nos encontramos en plena Novena de Aguinaldos, que es una de las tradiciones más hermosas de la Navidad.
Son noches de gran alegría en la que compartimos con nuestros seres queridos y amigos, la expectativa del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo en medio de oraciones, platos navideños y baile, en unas inolvidables jornadas que se iniciaron el pasado 16 de diciembre y terminarán el 24, en la celebración de la Nochebuena.
Recuerdo que de niño mi mayor felicidad eran las novenas. Cantar el Dulce Jesús mío mi niño adorado”; hacer sonar las panderetas que con mucha maña elaborábamos con tapas agujereadas de gaseosas, comer natilla, buñuelos y todo lo que dieran, sonreír de manera maliciosa, cuando en el rezo decían “José padre putativo de Jesús”, lanzarnos miradas coquetas con algunas niñas bonitas que no faltaban y robarnos, como lo hicimos con mi hermano, una botella de vino que primero nos supo a miel y al día siguiente a hiel, puesto que el guayabo estuvo a punto de matarnos.
Ya mucho más grandecito, cuando empecé a trabajar en los periódicos me encantaba el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, el cual vamos a celebrar en una semana.
Recuerdo que en esa época se le daba una gran importancia a esa fecha y en los principales periódicos del país era costumbre colocar en la primera página noticias falsas para hacer pasar por inocentes a los lectores.
Es así como en una oportunidad el periódico donde trabajaba en la ciudad de Cali publicó una información en la que se anunciaba la contratación de Pelé para el América de Cali y aunque parezca increíble fueron muchas las personas que creyeron la noticia.
También, en otro 28 de diciembre se informó sobre la firma de paz entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las Farc, inocentada que se convirtió en realidad muchos años después.
Igualmente, me encantaban las bromas que se hacían ese día: las empanadas rellenas de algodón; las llamadas telefónicas en una época en la que no había celulares, por lo que las comunicaciones eran más seguras a preguntar si allí lavaban ropa, para cuando contestaban que no, les decíamos ¡cochinos!, tonterías que de verdad eran inocentes, muy acordes con el día. Pero una de las que más me gustaba era la broma del billete tirado en el piso, amarrado con un hilo blanco. Entonces, cuando alguien emocionado se lanzaba a recogerlo, tirábamos del hilo y ahí la carcajada era general.
Ahora, salvo algunas contadas excepciones, los periódicos no bromean con las noticias, aunque algunas informaciones provenientes del Congreso parecen cosa de burla. Y ya no se fríen empanadas rellenas de algodón, ni tampoco de carne por el alto costo de la vida.
POR: JORGE HERNANDO CARVAJAL PÉREZ

