Nunca será tarde para despedir a un amigo y compañero de labores, que desesperadamente se aleja a otras latitudes del cosmos y de la forma como nos dejó a todo el equipo de trabajo de DIARIO DEL SUR en una profunda tristeza, de no podernos volver a ver a la misma hora de encuentro todos los días de trabajo editorial y periodístico, nunca será tarde para decirte Andrés, compañero de aventuras periodísticas que sea solo un hasta luego amigo.
Como la canción del cantautor argentino Alberto Cortez dice “Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”, sigue el poema musical cantado. “Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río,” pues ya son más de ocho días de su partida y el espacio donde Andrés Legarda, oriundo del municipio de Belén, está totalmente vacío.
Según sus familiares Andrés era un amante del ciclismo de montaña y de su sueldo compró una hermosa bicicleta, en la cual se paseaba por las calles del barrio hasta llegar a su sitio de trabajo en Torobajo. La bicicleta le sirvió para hacer su rutina diaria de llegar y salir de la casa editorial y también conoció algunos municipios y lugares donde los intrépidos ciclistas llegaron montados en su ‘caballito de acero’ a hacer su recorrido ecológico.
No era necesario preguntarle a Andrés de su estado de ánimo, pues él lo reflejaba en los estados de su teléfono móvil particular, su alegría por encontrarse con sus amigos de farras, su recorrido semanal en su amada bicicleta montañera, su profesión actual de diseñador gráfico en la cual se desempeñaba a las mil maravillas, y la tristeza que le producía día tras día la temprana partida de su amada abuela Rita.
Un compañero que tal vez no despertaba ninguna admiración al conocerlo, pero que al final de su partida se dejó sentir en todo el sentido de la palabra, de su familia la cual lo va a extrañar muchísimo, sus amigos de parranda, los cuales en su último paseo por este mundo le brindaron una tremenda despedida, lo mismo que mis compañeros le hicimos un homenaje a quien dejó buenos recuerdos entre nosotros.
No te digo adió si no un hasta luego ya que pronto nos encontraremos en el infinito, claro, tú con tu juventud y yo en el ocaso de la vida. Vuela alto Andrés hasta la morada de tu querida y entrañable abuela Rita, la que despediste de este mundo con todas tus tristezas, ahora ya estarás feliz como una lombriz, con una sonrisa de oreja a oreja, como sabíamos disfrutar en nuestros ratos de descanso.
Hasta ayer el comentario va y viene entre mis compañeros, la tristeza que dejó la partida temprana de Andrés. Era la locura y la alegría de nuestro trabajo, todos tienen algo qué comentar de Andrés, pues se dio a conocer tal como él era, sin timidez ni prepotencia, y era algo que se valora hoy en día su humildad. Así como un día llegó de sorpresa a trabajar, así de sorpresiva fue su despedida. Feliz viaje que hayas tenido Andrés.
Por: MIGUEL HERNÁNDEZ

