
Dicen que cada ruptura amorosa duele distinto, pero en el fondo todas tienen algo en común: la soledad que se mete por las rendijas. Quely Chapid lo entendió hace años, cuando caminaba entre los senderos de Villagarzón, Putumayo, acompañando a mujeres indígenas que cargaban silencios pesados. Allí descubrió algo simple, pero poderoso: sanar es más rápido cuando no se hace a solas.
Por eso, junto a su amiga y colega Karen Arteaga, creó espacios donde el dolor pudiera hablar sin vergüenza. En las caminatas del proyecto “Al Ritmo de tu Andar”, ambas notaron una verdad frecuente: las rupturas amorosas parecían un asunto privado, casi prohibido, hasta que alguien se atrevía a contarlas. Y cuando lo hacía, otras asentían, respiraban, entendían. Así nació “Volver a mí”.
En estos encuentros nadie juzga. Nadie dice “supéralo” ni “ya pasará”. Al contrario, se escucha con respeto, se acompaña con cuidado y se sostiene el dolor para que pese menos. Porque cuando una mujer cuenta su historia, otra descubre que no está perdiendo la cabeza, que no está sola, que lo que siente es normal.
Lo que ocurre ahí es sencillo: la tristeza deja de ser laberinto, la ansiedad baja, la calma asoma. Y poco a poco, entre palabras compartidas, cada una empieza a volver a sí misma. Porque a veces, para sanar el corazón, basta con no caminar el duelo en silencio.
