RICARDO SARASTY

CREER O NO CREER, ES LA PREGUNTA

Desde mucho antes de Sócrates filósofos como Parmenides se preguntaban por lo que se debe considerar verdadero y lo que amerita valorarse como simple supuesto. Este pensador de Elea, hoy Turquía, propuso diferenciar dos formas de acceder al conocimiento: una la opinión y la otra la de la verdad comprobada. La primera es una manera espontanea e inmediata de saber sobre algo, dependiente en su totalidad de los sentidos, propia del vulgo o el común de las gentes que mediante esta manera de conocer pueden ser objeto de lo fantasioso y ser conducida a tomar como reales las simples apariencias. Por lo tanto, acierta Parmenides cuando considera, si no peligroso, de cuidado creer en solo lo que los sentidos nos ofrecen de primera mano, por cuanto si lo captado por ellos no es sometidos a un examen por la razón conducen a error. No por motivo diferente mandan a desconfiar de las apariencias porque estas engañan.  Estas no falsearían la realidad si los sentidos garantizaran no equivocarse, lo que no puede ser en tanto que ellos están sujetos a las condiciones físicas de cada persona y también a sus deseos, pues comprobado está que desde el orden psicológico cada quien ve, oye, palpa, degusta y huele lo que quiere donde y cuando lo necesite.

Ortega y Gasset distingue las ideas de las creencias, ya que según el existen las ideas ocurrencias o aquellas que las personas cosechan de su propio pensar o inventan y las otras que parecen haber existido de siempre y por lo tanto pueden encontrarse en cualquier parte y época, por lo que bien pueden considerarse propias de la realidad en tanto que las identifica como ajenas a su ser y si común a todo el mundo. Por lo que piensa que es normal confiar en ellas. Mitos les llamarían algunos porque muchas de esas ideas se consideran explicaciones y justificaciones de cuanto existe en la naturaleza y el universo, incluidos el origen y el comportamiento del mismo ser humano como individuo y sociedad, sin que toda creencia sea necesariamente el soporte de cualquier religión o doctrina política. Un ejemplo de este tipo de creencia puede ser el responsabilizar a las señoras embarazadas de la explosión de los buñuelos mientras flotaban en el aceite hirviente o el considerar que todo político de la derecha es ladrón y todos los de la izquierda matones.

Tan arraigadas pueden estar estas creencias tanto en las personas como en el conjunto social que actúan direccionando el comportamiento sin que medie resistencia alguna, tan solo porque las creencias como creencias y no como ideas se ven y se valoran como un componente más de la estructura original de la existencia. Casi que se asegura que se nace con ellas.  Lo importante es, entonces, reconocer que se vive entre y sobre creencias, tanto así que para muchos son como el aire y el piso, por lo que no se puede dejarlas o carecer de ellas.

Los que es lo es porque responde a su sola condición y no necesita delos sentidos para mantenerse en su estado. La rosa es rosa porque no puede ser algo diferente sin que lo sentidos de quien la aprecia puedan afectarla. Lo que no es, lo es porque no puede ser de otra manera. El politiquero corrupto no deja de serlo tan solo porque en la prensa se presente una imagen diferente. La verdad lo es independientemente de la opinión, por fuera de las creencias. No obstante, se insiste en decir aquí y allá que toda cuanto se muestra y se habla en los medios de comunicación es creíble, verdad y casi que se convierte en causa de fe, cuando por ética debería convocar a la duda, a comprobar.

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