Costumbrismo nariñense

Chucho Martinez

Pites del libro de Antonio Cerón Mora:

Las calles se iluminaban con faroles de kerosene que daban un toque tétrico, pues las sombras se alargaban como fantasmas.

En las casas nos alumbrábamos con velas de sebo o cera de laurel que también se utilizaba para calentar y ablandar los huesos lisiados. Estornudábamos como turbo hélice y nos limpiábamos con las mangas del saco que quedaban almidonadas.

De la “letra con sangre entra” pasamos a la “alegría de leer”.

Rezábamos a las 6 de la tarde con el sol de los venados. Los viejos hablaban con voz ronca y achacosa como gallo runa sin pluma en el pescuezo. El maestro de Túquerres Rosendo Mora fue excomulgado por enseñar en sus clases de Trigonometría el seno y el coseno. El matrimonio civil era pecado como el adulterio o amancebamiento cuyos hijos eran considerados naturales o espurios a quienes el padre de Guaitarilla bautizaba con el nombre de Domingo si eran varones y Dominga si eran mujeres.

Los hombres usaban ruana pellona conocida como la pecadora, su cómplice era las chalinas de flecos de seda, sépase que los flecos representan la libertad y un chalinazo en la cara de un hombre era un acto de humillación. Separar perros pegados por la cola era un deporte. El enteje de la casa de tapia era un acontecimiento en el que abundaba barro, chicha, tabaco y cuete.

 El marido chumado era esperado por la esposa armada con una pantufla, las más sensible o con el rodillo de hacer arrancadas las más agresiva. Cuando llegué gritando vivas a Fidel Castro y al Che, mi esposa me gritó: cállate sinvergüenza. Otra vez te has puesto a beber con esos degenerados. Denigra de los candidatos y conseguirás chanfainas. Benditos los traidores, porque de ellos es el reino de la burocracia.

Por: Chucho Martínez

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