Padre Narciso Obando

CORRUPCIÓN, MENTIRAS Y DEMAGOGIA

La seducción del poder es tan grande que muchas personas que han entrado en el campo de la política movidos por grandes y nobles ideales de servir al pueblo, sobre todo, a los más pobres y marginados, terminan hundidos en las mallas de la más detestable corrupción.

Para muchos por no decir la gran mayoría, la opción política es pura ambición, con ansias desmedidas de rápido enriquecimiento a través de continuas manipulaciones y obrar ilegalmente.

De ahí que muchas personas crean que, en la práctica, es imposible ser político y, a la vez, ser honesto. Por otro lado, un país como el nuestro donde la corrupción ha tomado cédula de ciudadanía, ya que hemos vivido y hoy más que nunca estamos viviendo en una especie de cultura de la corrupción.

Muchos de nuestros políticos pretenden esconder sus mañas corruptas bajo el término ambiguo de realidad política, pretendiendo justificar cualquier medio con tal de obtener sus objetivos.

Algunos llegan a pensar que existen dos clases de ética, una para el común de los mortales y otra, mucho más amplia para los políticos.

En realidad, no existen dos morales distintas en cuanto a las distintas responsabilidades. Tampoco es verdad que la política tenga que prescindir de la ética para ser eficaz.

Podemos darnos cuenta que, lo que más ha contribuido en forma negativa para que no se concreten muchos excelentes proyectos para el desarrollo y progreso de nuestro país ha sido y siguen siendo la corrupción, sobre todo entre los políticos que ocupan los más altos cargos y los personajes más influyentes de la vida nacional.

No podemos aceptar que la política sea campo propicio para la mentira, los negociados, los chantajes, las coimas, la doble contabilidad, el nepotismo, las cuentas secretas.

Los políticos saben qué teclas tocar para encender las emociones, muchas veces irresponsablemente. Cuidado con la manipulación de los sentimientos hacia un determinado líder político, un partido, el sufrimiento de los pobres, la libertad, etc.

Con frecuencia se crea un mito en torno a un político o se destruye su reputación basado en la repetición de mentiras. El cristiano no se debe llevar por las emociones ni por la fiebre que incita a las masas. No debe dejarse engañar por promesas.

La prosperidad y desarrollo de los pueblos no se hace sólo con palabras rebuscadas y discursos grandilocuentes, requiere un largo proceso de construcción y fortalecimiento de un sistema de gobierno, de salud, de educación, de trabajo, etc. bajo un estado de derecho que proteja justamente a todos los ciudadanos. Esto no se consigue con demagogia.