El viernes 26 de septiembre, el enclave de Gaza vivió nuevos episodios dramáticos. El ejército israelí ordenó el desalojo de la zona del puerto y el barrio de Al Rimal en Ciudad de Gaza, anunciando que un edificio señalado como “infraestructura terrorista de Hamás” sería objetivo de un ataque inminente. Poco después, al menos diez personas, entre ellas dos niños, perdieron la vida tras recibir disparos mientras aguardaban ayuda humanitaria en el centro de Gaza. Además, 18 resultaron heridas. Las autoridades israelíes justificaron la ofensiva señalando que atacaban instalaciones de Hezbolá dedicadas a la fabricación de misiles de precisión, acusando que tales centros representan una violación al alto el fuego vigente. En el plano diplomático, Turquía y Estados Unidos anunciaron coincidencias en su visión para alcanzar un alto el fuego y una paz duradera. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, afirmó que él y Donald Trump definirían juntos los pasos necesarios para terminar la escalada de violencia y propiciar un Estado palestino viable. Por su parte, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu modificó su ruta de vuelo hacia Estados Unidos, evitando pasar por los espacios aéreos de Francia y España. Se especula que el desvío —unos 600 km más— tiene relación con la orden de arresto emitida por el Tribunal Penal Internacional, la cual pesa sobre él por crímenes de guerra en Gaza. Finalmente, en un acto simbólico y estratégico, el ejército israelí instaló altavoces que retransmitirán en Gaza el discurso que Netanyahu pronunciará ante la Asamblea General de la ONU, como parte de su intento por imponer su narrativa al mundo.
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