Entre las cumbres neblinosas del sur nariñense, donde durante décadas la guerra se convirtió en paisaje, hoy florece una nueva esperanza.
En esta región, que estuvo marcada por el conflicto armado y el olvido estatal, los pasos hacia la paz ya no son promesas. Gracias al Gobierno liderado por el presidente Gustavo Petro, ya hay acciones concretas: desminado humanitario, reconciliación comunitaria y sueños que vuelven a tomar forma.
El proceso, liderado por el Gobierno nacional en articulación con el Frente Comuneros del Sur, busca transformar de raíz el territorio. Hasta ahora, se han alcanzado cuatro acuerdos clave: cese al fuego, zonas de concentración, destrucción de armas de guerra y desminado humanitario. Medidas que, según quienes las viven, empiezan a cambiarlo todo.
“Primero, para salir de este conflicto, hay que confiar el uno en el otro, porque si no hay confianza —tanto de una parte como de la otra—, nunca vamos a construir esa paz que anhelamos», dice un líder de la Guardia Indígena de Cumbal. En sus palabras resuena la esencia de este momento: no hay paz sin confianza, y no hay confianza sin hechos.
Uno de esos hechos tiene que ver con limpiar el territorio de las huellas mortales del pasado. “La verdad, nunca esperábamos esto —dice un habitante de la región—, pero gracias a Dios y al Gobierno nacional, para nosotros es un buen vivir. Al escuchar que habrá desminado, para nosotros es una alegría. Volverá como a renacer otra vez, que toda nuestra montaña y nuestro resguardo quede limpio de minas antipersonales».
Paz desde las aulas y la memoria
En veredas como San Martín, el compromiso con la paz también florece en las escuelas. La docente Martha Andrade lidera un semillero de investigación que ha convertido a los estudiantes en guardianes del recuerdo. “Encontramos que la memoria es la mejor aliada para la paz», asegura. “Lo que nos hace diferentes en este museo es que todas las piezas que ustedes encuentran aquí son hechas por los estudiantes. Los niños se vuelven acá sujetos históricos y constructores de memoria».
Así, el pasado deja de ser solo dolor y se transforma en lección viva: un camino para entender el presente y construir un futuro más justo.
Sanar la tierra, sanar la vida
Pero no solo las personas han sufrido por la guerra. La naturaleza también ha sido víctima silenciosa del conflicto. “La han contaminado con los minados», denuncia Patricia Pereguesa. “Lo que han sembrado los minados ha sido dentro de la naturaleza. Eso es la paz con la naturaleza: cuidarla desde nuestro sentir, desde nuestro conocimiento».
Volver a vivir, volver a soñar
Entre los excombatientes, el deseo de cambiar el rumbo de sus vidas es palpable. ‘James’, uno de los integrantes del Frente Comuneros del Sur, sueña con un futuro sencillo, pero poderoso: “Tengo tres hijos. Pues sería muy bonito poder estar todos los días con mi familia, trabajando por ahí como cualquier ciudadano. Que uno se dedique a la agricultura, la ganadería, lo que sea, y pueda recibir algún ingreso para sostener a la familia».
Y añade: “Ellos están muy contentos al saber que se está dando el proceso. Tener confianza y que todas las cosas salgan lo mejor posible para todos».
Esa misma esperanza la expresa Jaime Ruano, exgobernador indígena de Nariño: “Los invito a que todo el mundo nos vinculemos a este proceso que está haciendo el señor Presidente, al diálogo de paz, para que haya paz para todo el mundo; no solamente para uno, sino para todos».
En La Montaña, un resguardo indígena enclavado en lo alto de Nariño, Armando Cadena se aferra al sueño de que las nuevas generaciones crezcan libres: “¡Qué alegría sería tener a nuestros niños, nuestros hijos, nuestros nietos correteando por esas carreteras, jugando libremente en un llano, disfrutando de la naturaleza! Nosotros nos hemos criado con nuestros usos y costumbres, como indígenas y como campesinos que somos. Afianzamos la fe de que este es un grupo humanitario, y que ojalá sea realidad».
El proceso continúa. Las jornadas de trabajo se enfocarán en la entrega y destrucción de material de guerra, en avanzar hacia economías legales, en el desminado de zonas rurales y en la búsqueda de personas desaparecidas.
Son pasos firmes, aunque aún queden desafíos. Pero algo ha cambiado: en las veredas del sur, la paz ya no es solo un deseo lejano. Es un proceso en marcha. Y, sobre todo, una causa compartida.
Con desminado y reconciliación, avanza el nuevo amanecer en Nariño
loading...
