En un país donde lo obvio se disfraza de misterio y lo inaceptable se justifica con tecnicismos, Ecopetrol acaba de protagonizar un escándalo que no solo ofende la inteligencia, sino que destruye reputaciones y evapora la confianza. Se intentó pagar 5.8 millones de dólares, que se trató de aumentar a casi 9 millones de dólares, a una firma norteamericana «Covington Burling» para que investigue si Ricardo Roa, como presidente, le ha hecho daño a la compañía con sus escándalos. Es decir, se quiere pagar una millonada para que alguien venga de afuera a decirnos si el agua moja.
Pero esto va mucho más allá de la ridiculez. Aquí lo que hay es un descalabro ético y una traición a los principios elementales del buen gobierno corporativo, lo que explica este nuevo escándalo, uno más de los tantos y tantos, los que han hecho que hace rato, los colombianos hayamos pérdido nuestra capacidad de asombro
Y en el centro del huracán no está solo Roa, sino Guillermo García Realpe, presidente de la Junta Directiva, viejo zorro liberal hoy alineado con el Pacto Histórico, quien pretende nadar entre dos aguas, en medio de esta crisis de Ecopetrol, que tiene en vilo, la presidencia de Ricardo Roa.
En un primer momento, García Realpe intentó lavarse las manos. Aseguró que la Junta no había autorizado el otrosí que aumentó y redefinió el contrato. Pero las pruebas documentales lo desmienten, puesto que todo indica que sabía del asunto, Y dejó que se firmara un documento que compromete recursos vitales de la empresa sin autorización expresa ni transparencia pública. Esto no es una omisión, es complicidad. No es desinformación, es cálculo político, lo cual es bastante grave,
El contrato, de haberse cumplido, se hubiera tragado las utilidades de este año lo que habría afectado a miles de accionistas, quienes han confiado en la solides de Ecopetrol. Este es otro punto de importancia, puesto que Ecopetrol no solo extrae petróleo. Su valor está anclado en la confianza. Es una empresa bandera, respetada internacionalmente, capaz de emitir bonos en mercados exigentes, y con capacidad técnica probada. Pero nada de eso resiste una cúpula que juega a la politiquería y pone la caja de la empresa al servicio de intereses mezquinos,
El pecado no es solo tratar de gastar miles de millones de dólares. Está en mentir, en ocultar, en manipular procedimientos internos. Y el presidente de la Junta Directiva, Guillermo García, lejos de frenar el atropello, lo ignoró. ¿Para qué? ¿Para congraciarse con el Gobierno? ¿Para abrirle el camino a un nuevo ciclo de nombramientos a dedo? ¿Para tener acceso a recursos de campaña en 2026?
Aquí hay responsabilidades personales, institucionales y legales. Aquí hay una cadena de decisiones que alguien debe explicar y responder. Lo demás es retórica. Colombia necesita saber quiénes están usando a Ecopetrol como piñata, porque cuando la caja se vacíe y la empresa pierda su grado de inversión, ya no servirá de nada preguntar si el agua moja. Estaremos todos empapados por la irresponsabilidad.
Por lo pronto, lo menos que podemos exigir los colombianos es que, haya claridad cuanto antes en este complicado lío y se diriman las responsabilidades de este embrollo, en el que están en juego miles de millones de dólares, pero sobre todo, la reputación y la credibilidad, de la empresa estatal más grande del paìs.

