Cómo logró Colombia convertirse en una de las mejores economías de 2025 y qué retos afronta

La economía de Colombia sorprendió en 2025 al registrar un desempeño muy superior al esperado por analistas y organismos internacionales. En el tercer trimestre del año, el Producto Interno Bruto (PIB) creció un 3,6%, la mayor expansión desde el final de la pandemia y claramente por encima del 3,2% que proyectaban en promedio los economistas consultados por Bloomberg. Este resultado posicionó a Colombia como la economía con mejor desempeño de América Latina en 2025 y la cuarta a nivel mundial, según el semanario británico The Economist.

Diversos expertos coinciden en que el crecimiento ha sido impulsado principalmente por el aumento del consumo, tanto público como privado. El exministro de Hacienda y Agricultura, José Antonio Ocampo, destacó que la economía crecerá más de lo previsto incluso por los analistas más optimistas, gracias a un mayor gasto del Estado y a una recuperación sostenida del consumo de los hogares. En la misma línea, Juan Carlos Mora, presidente de Bancolombia, señaló que la economía está funcionando mejor de lo que percibe la ciudadanía: la cartera vencida se ha reducido, empresas y personas están pagando mejor sus créditos y el consumo continúa en expansión.

Desde el punto de vista estructural, Colombia está creciendo cerca de su potencial económico estimado en torno al 3%, lo que indica una expansión sólida. El consumo privado, que había mostrado debilidad en años anteriores, volvió a reaccionar positivamente y se convirtió en uno de los motores centrales del crecimiento.

El mercado laboral también presenta señales favorables. La tasa de desempleo cayó al 8,2%, el nivel más bajo registrado en la historia reciente del país. Aunque la informalidad sigue siendo elevada, Ocampo resalta que cerca de tres cuartas partes del empleo generado en 2025 ha sido formal, un dato relevante para la sostenibilidad económica y social.

En el frente externo, pese a las tensiones políticas entre el presidente Gustavo Petro y el entonces mandatario estadounidense Donald Trump, Colombia no fue uno de los países más castigados por los aranceles de Estados Unidos. El país quedó sujeto al gravamen general del 10% aplicado a la mayoría de economías latinoamericanas y, además, se vio favorecido por el aumento en los precios internacionales del café, lo que benefició al sector agropecuario, uno de los mayores generadores de empleo.

Otro factor relevante fue la apreciación del peso colombiano frente al dólar, impulsada por la debilidad de la moneda estadounidense, asociada al aumento de la deuda pública de EE. UU. y a la reducción de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal. Esta apreciación tiene efectos mixtos: perjudica a los exportadores que reciben menos pesos por dólar, pero abarata las importaciones y puede dinamizar sectores dependientes de bienes importados.

No obstante, el panorama no está exento de riesgos y problemas estructurales. Varios economistas advierten que parte del crecimiento está siendo impulsado por un gasto público elevado e insostenible. La inversión extranjera directa se mantiene deprimida desde hace varios años, lo que genera dudas sobre la capacidad del país para sostener este ritmo de crecimiento en el mediano plazo.

El déficit fiscal, estimado en alrededor del 6,2% del PIB en 2025, es uno de los principales focos de preocupación. El gobierno intentó aumentar los ingresos mediante una reforma tributaria, pero esta fue rechazada por el Congreso. Ante la falta de recursos, el Ejecutivo suspendió la regla fiscal, una decisión que ha generado inquietud entre economistas y el Banco de la República, que advierte que el alto déficit puede presionar la inflación y comprometer la reducción de la deuda pública.

Otros sectores clave, como el minero y petrolero, han sufrido una reducción de actividad y de inversión, afectados tanto por la caída de los precios internacionales del crudo como por el aumento de impuestos a los hidrocarburos impulsado por el gobierno de Petro. Además, la inflación, aunque había mostrado una tendencia a la baja, da señales de estancamiento, lo que representa otro desafío para la política económica.

En cuanto al papel del gobierno de Gustavo Petro, los temores iniciales sobre un colapso económico tras la llegada del primer presidente de izquierda no se materializaron. La economía ha mantenido una trayectoria moderadamente positiva desde 2022. Sin embargo, la mayoría de los expertos considera que el buen desempeño actual responde más a bases estructurales construidas antes de su mandato que a políticas recientes. De hecho, varios analistas sostienen que la incertidumbre generada por el gobierno ha afectado negativamente la inversión privada en los últimos dos años.

Mirando hacia el futuro, el panorama depende en gran medida de las elecciones presidenciales de 2026. El próximo gobierno deberá enfrentar la difícil tarea de reducir el déficit fiscal, ajustar el gasto público y recuperar la confianza de los mercados, sin frenar el crecimiento ni afectar el empleo. Según Ocampo, los ajustes serán inevitables, aunque otros expertos creen que todavía pueden ser graduales y no necesariamente drásticos.

En síntesis, Colombia atraviesa un momento de bonanza económica relativa, con crecimiento sólido, empleo en alza y consumo dinámico, pero también enfrenta alertas tempranas relacionadas con el déficit fiscal, la baja inversión y la inflación. Si el país logra corregir estos desequilibrios sin perder la estabilidad institucional y la confianza de los mercados, podría mantener una senda de crecimiento sostenido en los próximos años. La perspectiva para 2026 es, en palabras de los analistas, de cauto optimismo.