Después de padecer el fenómeno del virus San Juan de Pasto se ha convertido en otra ciudad, en otra urbe, casi irreconocible, que da miedo transitarla o circularla por sus tres calles más o menos las que tenemos, pero llenas de vehículos y motos desordenadamente circulando con una peligrosidad sin que haya un policía de tránsito quien los controle a la hora de hacer un pare obligado en un semáforo de cualquier punto de la ciudad.
Comencemos analizando que Pasto se ha convertido en una ciudad donde todos nos conocemos y a la hora de hacer un favor así sea pagado no lo hacen ni por cordialidad ni vecindad ni de obligación, como es el caso de los taxistas que hacen el pare cuando algún parroquiano les pone la mano, claro en alto para que paren, lógico, pero después de una cuadra el mismo parroquiano tiene que bajarse del taxi para buscar otro para que los lleve.
¿Será porque ya estamos en fin de año? Pero todos tenemos que estar en alerta a esta situación, los mal llamados mototaxistas que de taxistas no tienen nada llevan en sus motos a los paisanos que solo vayan a unas cuantas cuadras, pero si llevan a un pasajero entre comillas, tiene que bajarse por lo menos de cinco mil pesos y más, además que los peatones como yo si vamos en pleno centro tenemos que ir con los ojos bien abiertos por los rateros que están al lado y lado de las calles.
Alguno dirá eso no es nada nuevo, pero el caso ya está pasando de castaño a oscuro, nadie presta un servicio con buena voluntad, ya que su carro tiene un aviso en la parte de arriba que dice taxi y está pintado de amarillo, y otra cosa, a estos servidores públicos ya se les adelantó la navidad porque están cobrando el aumento en las tarifas y los que pagan el pato son los mismos empleados que tienen que utilizarlos y como siempre se bajan peleando.
Hombre, qué bueno sería que los de la secretaría de tránsito se pongan la mano en el corazón y la otra en la cabeza y, se den cuenta como en las épocas de fin de año, la temporada de ventas es más larga y se cierran los almacenes después de las ocho o nueve de la noche y a esa hora el bus urbano ni en las curvas, oigan y cuando llueve la cosa se pone más peluda que de costumbre, ojalá que se aumente el horario de trasporte urbano y se pueda regresar a casa con tranquilidad.
Otro problema es cuando uno va en carro y toca hacer un pare en un semáforo, a los lados del automotor se ubican unas cincuenta o más motos con o sin “pasajeros”, que después de la luz verde se adelantan y se van haciendo zigzag de izquierda a derecha, poniendo a sus ocupantes y los demás vehículos en peligro y, si de pronto se los llega a topar las amenas y los insultos de todo tipo no se dejan esperar.
Pasto ya no es como lo fue en una época, la solidaridad, el compañerismo, el colegaje, las buenas maneras que se nos conocían en todo el país, así éramos los pastusos, hoy no queda nada de eso y se han despertado unas mañas feas y todo por conseguir el billete lo más fácil posible sin importar pisotear al vecino, al amigo o colega, eso ya es historia que solo la podemos ver en unos documentales un poco borrosos por el tiempo, tiempo que ya no volverá.
POR: MIGUEL HERNANDEZ

