LUIS EDUARDO SOLARTE

Colombia, un país de escándalos

Por: Luis Eduardo Solarte Pastás

Del país del Sagrado Corazón de Jesús, Colombia pasó a convertirse en el país de la guerrilla, paramilitares, parapolíticos, narcotráfico, corrupción, injusticias, entre otras tendencias ilegales y delincuenciales que se enmarcan dentro del contexto de nuestra  resquebrajada democracia.

Aquí se vive de escándalo en escándalo,  buscando siempre encontrar  a los culpables y responsables de la crisis en que hoy se debaten algunas de las estructuras institucionales del Estado.

En la mañana, es factible que exista un convencimiento de las presuntas causas que motivaron un hecho en el cual pueden estar comprometidas una o varias personas que por su trascendencia se consideran “públicas e importantes”, al medio día se tiene la duda y al anochecer no queda nada de lo primero y lo segundo.

Y es que entre tantos defensores de oficio – gubernamentales o del común- se tejen tantas telarañas de opiniones que llegan incluso a enredar a los mismos funcionarios encargados de llevar a efecto las investigaciones para  esclarecer la autenticidad y veracidad de los móviles que suscitaron los escándalos.

Es por ello, que todo cuanto acontece en el diario transcurrir de la vida nacional se lo recibe con beneficio de inventario, es decir, con mucha reserva. La razón es muy sencilla: En el laberinto de las circunstancias en que se gestan los escándalos  que por determinadas causas personales o de conveniencia salen a la luz pública, llevándose consigo y comprometiendo a una o varias personas que pueden estar involucrados en ellos, resulta en ocasiones difícil precisar acusaciones o absoluciones.

La situación colombiana es como el camaleón: Cambia de color cuando menos se piensa, dejando muchas veces en la incertidumbre y el desengaño a quienes aún confían, y creen en efectivas y reales salidas jurídicas y democráticas a los problemas.

Ante las constantes denuncias de diverso calibre que en los últimos años, se han presentado sobre la “amistad” de políticos con toda clase de delincuentes para adueñarse política y económicamente de algunas regiones del territorio nacional, se hace urgente que para las elecciones regionales del mes de octubre del año en curso,  los partidos o movimientos políticos escojan a sus candidatos con la mayor prudencia posible y de acuerdo con una acertada evaluación de sus hojas de vida.

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Efectivamente, se está en el momento propicio para que una minuciosa selección de los candidatos contribuya al revitalizamiento de nuestra  democracia con la finalidad de no volver a soportar decepciones y frustraciones cuando se conozcan escándalos de corrupción y de manipulación como los que se suelen presentar en tiempos electorales.

No pasemos por alto que hoy Nariño es uno de los departamentos más violentos del país y que aquí el proceso electoral está en peligro por la presencia de las organizaciones criminales que hoy por hoy con la complacencia de algunas autoridades, en especial de la policía y del ejército,  se pasean a su gusto por el sector urbano de muchas poblaciones. De allí que, si no queremos ver que nada raro ocurra se comiencen a tomar las medidas pertinentes, pero que sean efectivas para que luego no se tenga que llorar cuando ya sea demasiado tarde.