Según José Andrés Rueda Montaño; docente de la Maestría en Administración – MBA de la Universidad de América, Colombia, al igual que muchos países, está experimentando una disminución sostenida en su tasa de natalidad. Cada vez más personas deciden no tener hijos, lo que transforma la estructura económica y social, con efectos profundos y de largo alcance que cambiarán por completo al país en los próximos años.
Hasta finales del siglo XX, el proyecto de vida predominante era formar una familia y tener hijos. Esa lógica cultural ha cambiado. La pregunta es: ¿por qué debería importarnos?
China, al ingresar a la Organización Mundial del Comercio (WTO) en 2001, gozaba de lo que se denomina el dividendo poblacional. Según datosmacro.expansion el 68% de su población estaba en edad de trabajar, proporción que luego ascendió al 70%, aunque con una población con una edad promedio mayor. Esa masa laboral fue el motor de la expansión económica china, impulsada por una oferta abundante de mano de obra, costos competitivos y la capacidad de desarrollar experticia tecnológica de manera acelerada, en una sola generación.
Ahora bien, Colombia no es China. También tenemos dividendo poblacional, pero enfrentamos un dinamismo económico cada vez más lento y una informalidad persistente del 55%, según el DANE (agosto de 2025). Además, un reporte del Observatorio Laboral de la Javeriana muestra cómo la formalidad disminuye conforme aumenta la edad: en 2013, el 35% de las personas entre 25 y 34 años tenía un empleo formal, frente al 28% de quienes se acercaban a la edad de pensión. En 2023, estos porcentajes pasan a 38% y 35%, con un incremento adicional en quienes ya no buscan empleo.
¿Qué nos dicen estos números? Que la población colombiana está envejeciendo. Las proyecciones del DANE —ajustadas tras el COVID-19— indican que alcanzaremos el pico de población en 2051 con 57,7 millones de habitantes; a partir de allí comenzará el descenso, con un promedio de edad cada vez más alto y además que la población que tiene un empleo formal es la minoría (empleos formales que son los que cotizan a los sistemas de pensiones y salud, creando una presión fiscal para tapar ese faltante de financiación de estos sistemas de los informales en la economía.
Muchos sectores ya perciben este cambio. En los hogares de ingresos medios y altos, cada vez hay menos hijos —si es que los hay— pero se invierte más en ellos como lo explicaba el profesor Gary Becker, premio nobel de economía. En segmentos de menores ingresos la dinámica puede ser diferente, pero estos ciudadanos requieren educación de calidad para ingresar al mercado laboral, una carga nada sencilla para algunos hogares y que recaerá en los gobiernos y su sistema de educación pública.
En el caso de las pensiones modelo propuesto —aún sin implementación— requiere una base amplia de cotizantes para financiar a quienes se retiran. Ese escenario no se materializará: la base (nuevos nacimientos) se está reduciendo. Los pensionados actuales probablemente recibirán subsidios, pero los jóvenes de hoy enfrentan un alto riesgo de no lograr una pensión sostenible. Este fenómeno no es exclusivo de Colombia: Europa ya incrementa sus edades de retiro; España proyecta llegar a los 67 años en 2027.
En el caso del sector salud, los costos aumentan de manera acelerada, especialmente en la atención de adultos mayores. Gracias a esto ha mejorado la expectativa de vida, pero a un costo elevado. Un estudio de la Escuela de Salud Pública de Johns Hopkins proyecta que el gasto en salud en Colombia crecerá 187% entre 2019 y 2050, impulsado por la mayor demanda de tecnología médica y la transición demográfica.
En el caso de la educación, la disminución de nacimientos reducirá la demanda de colegios e instituciones educativas, en un contexto en el que la educación digital avanza y exige modelos más costo-eficientes, una gran proporción de familias no tendrá capacidad de financiar educación de alta calidad, trasladando esta responsabilidad al Estado.
En el área de construcción, el mercado ya se adapta: proliferan unidades habitacionales de menos de 35 m² para hogares unipersonales, tendencia que redefine al sector.
Entonces, ¿Qué podemos esperar?,Se avecina un cambio estructural en la demanda de bienes y servicios. No es lo mismo construir vivienda para adultos mayores —con atención médica, droguería y mercado integrados— que para familias jóvenes. En salud y pensiones se proyecta una presión fiscal significativa para financiar los sistemas actuales, con impacto relevante en la economía.
Colombia se acerca a un nuevo país: con más canas y menos biberones. Adaptarse requerirá políticas de largo plazo, visión demográfica, inversión en productividad y una profunda reconfiguración de los modelos de bienestar.

