Colombia acelera su transición energética, impulsada por innovación y proyectos renovables

Colombia vive un punto de inflexión. La energía, ese pulso invisible que enciende ciudades, industrias y hogares, empieza a cambiar de piel. Startups jóvenes y audaces irrumpen en el tablero energético con propuestas que combinan tecnología limpia, datos en tiempo real y una actitud casi irreverente frente a lo establecido. Lo que antes se movía con lentitud hoy fluye, ahora bien, como un río en temporada de lluvias: rápido, impredecible, pero con dirección.

Solar fotovoltaica, eólica, geotérmica, biomasa… Las fuentes no convencionales se abren paso porque los costos bajan, los inversionistas se acercan, la red eléctrica se adapta. 

Es una revolución contenida, un huracán que guarda fuerzas para el momento justo.

La transición no es solo técnica: es cultural. La destrucción creativa, lejos de ser amenaza, se convierte en aliada. Lo viejo cede su lugar a lo nuevo, como un bosque que se regenera después del fuego. El “viento perenne de destrucción creadora” deja de ser un concepto en un libro para convertirse en proyectos que transforman la matriz energética.

En este escenario, la precisión es tan vital como la visión. Herramientas de análisis como las de tradingview permiten anticipar oportunidades y calcular rendimientos. Porque en esta carrera hacia lo renovable, la brújula tecnológica es tan importante como la audacia empresarial.

Proyectos renovables con crecimiento y viento en las velas

El cambio ya se cuenta en cifras concretas. Para 2025, Colombia planea inaugurar 22 proyectos de energías renovables que sumarán 697 MW a la capacidad instalada, elevando su participación al 15% en la matriz energética

No es solo un porcentaje: es una señal de rumbo, un paso firme hacia el futuro.

La meta en renovables no convencionales es igual de ambiciosa: un crecimiento del 35%, con 19 proyectos que añadirán 2.550 MW, suficientes para encender la vida de unos 6,8 millones de colombianos. Hoy, la capacidad instalada alcanza los 1.916 MW, entre plantas a gran escala y sistemas de autogeneración. Es como avivar una hoguera con brasas firmes: el calor crece de forma controlada.

Incluso el primer trimestre de 2025 trajo buenas noticias: 27,24 MW se sumaron a la red gracias a nuevas plantas. 

Un avance modesto en el contexto nacional, pero transformador para las comunidades que ahora disfrutan de luz constante, tarifas más bajas y un motor extra para su economía local. Son los primeros rayos de un amanecer que se expande por todo el mapa.

Windpeshi: promesa eólica con desafíos locales

Ecopetrol dio un movimiento clave en julio de este año comprando el proyecto eólico Windpeshi a un precio de 50 millones USD. Este proyecto está en La Guajira y producirá unos 1.006 GWh anuales. Se cree que son suficientes para cubrir entre el 8% y el 9% de la demanda del grupo.

La inversión total alcanzará 350 millones de dólares, con obras previstas para reanudarse antes de que termine 2025 y operaciones estimadas para 2028

El plan es ambicioso, pero no está libre de obstáculos.

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La oposición de comunidades indígenas ha detenido avances y plantea un reto que no se resuelve solo con ingeniería: requiere diálogo, respeto cultural y acuerdos sólidos.

La energía eólica, como el viento que la impulsa, es poderosa y caprichosa. No basta con poner turbinas en un mapa; hay que integrarlas en un territorio que tiene historia, identidad y voz.

Este impulso no ocurre aislado. La transición energética de Colombia se entrelaza con tendencias globales: países que buscan reducir emisiones, cumplir acuerdos climáticos y diversificar su matriz para depender menos de combustibles fósiles. También responde a necesidades internas: garantizar seguridad energética en una geografía compleja, donde llevar electricidad a todos implica sortear retos técnicos y logísticos. 

En esa ecuación, la innovación local se cruza con capital extranjero, y las alianzas público-privadas se vuelven clave para acelerar el cambio sin perder soberanía ni identidad productiva.

Colombia: transición con desafíos, pero con vientos de esperanza

El panorama final muestra un país que avanza decidido hacia una matriz más limpia y diversificada. Startups que desafían lo establecido, megavatios que se suman a la red, inversiones que abren nuevas oportunidades. El salto al 15%, los casi 700 MW nuevos, el crecimiento del 35% en no convencionales y proyectos emblemáticos como Windpeshi son piezas que encajan en el mismo rompecabezas.

Pero esta transición no se mide solo con cifras. Es también un ejercicio de diplomacia social, un puente que une a comunidades, empresas y Estado. Una sinfonía en la que cada instrumento importa: turbinas, paneles, datos, capital y, sobre todo, las personas que habitan los territorios donde sopla el cambio.

Porque solo uniendo innovación, inversión y justicia social, Colombia podrá encender un futuro sostenible que fluya como un río claro y poderoso. 

Un mañana donde cada kilovatio cuente, cada acuerdo pese y cada decisión nos acerque a un horizonte más verde, más justo y más luminoso.