Más allá de ser una fiesta electoral en el sentido de la alegría que comparten muchos habitantes de Colombia junto a comidas opíparas, aunque sea por un día, también están los temores de la derrota y, sobre todo, el destino que le reserva esta justa a la nación.
Para el gobierno, la obtención de Gobernaciones es un elemento fundamental de la elección, pues abre un margen de apoyo enorme ya que desde estos centros regionales se hace la política de los Departamentos y la relación Estado-proyectos de desarrollo. Las alcaldías son herramientas municipales que permiten desde lo local y con mayor fortaleza mover en dirección acertada (o no), los proyectos de bienestar ciudadano que son en esencia los que determinan gran parte de la opinión general en el país. Naturalmente, sin descuidar las asambleas y concejos.
La oposición tiene en este espacio de votación la posibilidad de constituirse en un referente nacional en la medida que consiga un número superior de Gobernaciones y alcaldías por sobre la autoridad presidencial y su gobernanza. La prognosis o prospectiva indica que ésta puede fortalecerse notablemente en todos los ámbitos de tal suerte que el gobierno Petro tendrá nuevos retos y debilidades que se acumulan, especialmente al no tener un equipo sólido, sabio, con un medio masivo de información solvente.
En el caso de Nariño, si el Pacto Histórico que representa a más de seiscientos mil votantes que acompañaron al nuevo mandatario, no consigue un número significativo de alcaldías ni la gobernación, su contribución al destino de las reformas y cambio será un estigma debido a sus propias contradicciones.
Las cifras serán contundentes documentos gráficos de cómo queda el espacio de poder y de ellas dependerá la estabilidad de la sociedad ya que, de triunfar la denominada derecha, la vida de la nación estará sometida a un vaivén permanente gracias a la fortaleza que pueda adquirir.
El resultado dará el análisis certero del destino que Colombia puede tener en adelante y los procesos por venir.

