Padre Narciso Obando

CIVISMO Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA

Nos quejamos que las cosas en el país están muy mal, que la corrupción se ha incrementado de manera considerable, que la economía está pésima, que ya no alcanza para nada, que la inseguridad está terrible, que los servicios de salud son deficientes, etc., sin darnos cuenta que nosotros jugamos un papel importante en la solución de estos y otros muchos problemas si nos decidimos a participar en la toma de decisiones, si como ciudadanos responsables, sin fanatismos y con buen criterio, ejercemos nuestro derecho al voto.

En este momento crucial de la historia democrática de Colombia, la participación ciudadana se vuelve pieza clave para el futuro de nuestro país. La participación es un deber que todos han de cumplir conscientemente, en modo responsable y con vistas al bien común.


Debemos tener muy en cuenta que cada país tiene los gobernantes que se merece, es por esto que nosotros debemos ser agentes de cambio en nuestra sociedad y elegir los mejores gobernantes que busquen en todo momento el bien común y no su propio beneficio.


Se hace imprescindible la exigencia de favorecer la participación, sobre todo, de los más débiles, así como la alternancia de los dirigentes políticos, con el fin de evitar que se instauren privilegios ocultos; es necesario, además, un fuerte empeño moral, para que la gestión de la vida pública sea el fruto de la corresponsabilidad de cada uno con respecto al bien común.  

Por otro lado, es necesario que nuestros hijos aprendan de nuestro testimonio la participación ciudadana, sin depender de lo que se nos promete o de lo que nos da miedo.


El gobierno democrático, en efecto, se define a partir de la atribución, por parte del pueblo, de poderes y funciones, que deben ejercitarse en su nombre, por su cuenta y a su favor; es evidente, pues, que toda democracia debe ser participativa. Lo cual comporta que los diversos sujetos de la comunidad civil, en cualquiera de sus niveles, sean informados, escuchados e implicados en el ejercicio de las funciones que ésta desarrolla.

 
Es indispensable comenzar en nuestra familia y buscar acciones que podemos realizar en casa buscando el bien de la comunidad, como puede ser que todos colaboren para que la casa esté limpia, que todos ayuden a servir la mesa para cenar, que entre todos barran el patio y la banqueta para que la calle esté limpia.

Se hace evidente también el principio de solidaridad como virtud moral, cuando determina firmemente y persevera en empeñarse por el bien común, en sentido evangélico, por el otro en lugar de explotarlo, y a “servirlo” en lugar de oprimirlo para el propio provecho. La solidaridad implica que los hombres de nuestro tiempo cultiven la conciencia de la deuda que tienen con la sociedad y eso lo debemos inculcar desde la familia.


Por lo tanto, tenemos en nuestras manos la posibilidad de formar mejores ciudadanos y también la obligación de estar atentos y colaborar para buscar en todo momento el bien común de la sociedad, donde está incluida nuestra familia.