Nicolás Escobar Bejarano

Cenotafio

A finales del 2019, el escritor y columnista Gustavo Álvarez Gardeazábal (autor de la aclamada novela: Cóndores no entierran todos los días), inauguró su propio cenotafio (término que en palabras sencillas, alude a un sepulcro sin cuerpo) en el Cementerio Museo de San Pedro en Medellín (Antioquia).

Durante muchos años, el escritor había anunciado que sus restos reposarían en el Cementerio de librepensadores en Circasias (Quindío), pues un gran amigo suyo llamado Braulio Botero Londoño le había realizado la promesa.

 

«El cenotafio de Gardeazábal, se trata de una escultura, en la cual se puede apreciar el ala de un cóndor que sostiene un busto sonriente del escritor y a sus pies está una rosa de los vientos que simboliza la postergación de la vida».

 

No obstante lo anterior, en agosto del 2017, Gardeazábal fue notificado por parte de la junta de administración del cementerio de que no sería posible instaurar un panteón en su honor; ante esta negativa, inició un proceso legal para adquirir un espacio en el Cementerio Museo de San Pedro, donde reposan los restos de grandes escritores como Jorge Isaacs, y Tomás Carrasquilla. Como dato curioso, en esta misma necrópolis reposaron los restos del gran Carlos Gardel hasta el 18 de Diciembre de 1935, pues después de la exhumación, sus restos tuvieron que viajar a lomo de burro por la compleja geografía montañosa de Antioquia hasta llegar a Buenaventura (Valle del Cauca), en donde fueron embarcados en el vapor Santa Mónica con destino a New York,  para finalmente llegar a Buenos Aires el 05 de Febrero de 1936, (varios meses tuvieron que pasar para realizar un viaje que hoy nos tarda un par de horas. Sin duda alguna el progreso trae beneficios).

Pero volviendo al cenotafio de Gardeazábal, este resulta muy interesante, pues se trata de una escultura realizada por María Isabel Velásquez, en la cual se puede apreciar el ala de un cóndor que sostiene un busto sonriente del escritor y a sus pies está una rosa de los vientos que simboliza la postergación de la vida después de la muerte.

Sin embargo, en un país como Colombia no solo un gran cronista como Gardeazábal puede pronunciar sus últimas palabras o decidir en donde quiere ser enterrado, pues retomando con la temática que he abordado en columnas pasadas, en este país la vida carece de valor. Cada mañana nos despertamos con una cifra que supera a la anterior en masacres y desplazamientos, por ejemplo, la semana pasada en el municipio de Tumaco (Nariño) fueron asesinadas cinco personas y once fueron heridas en lo que se conoce como la disputa por la costa pacífica nariñense. ¡Esto es gravísimo!

Lo peor del asunto es que, el gobierno de turno solo mira por encima del hombro esta problemática que no considera suya, ha abandonado a su suerte a esta población que, por el momento, solo se dedica a escribir sus últimas palabras antes de que la muerte, tan fría como siempre, toque a sus puertas.

Por: Nicolás Escobar Bejarano