El próximo domingo 31 de octubre se celebra el día de Halloween en medio de la incertidumbre debido a la pandemia del nuevo coronavirus, que aún no se ha declarado superada.
Para muchos es la noche en que los poderes satánicos y de brujería están en su nivel de desarrollo más alto, de ahí las medidas que siempre se toman por parte de las autoridades para evitar que ese día se cometan actos que atenten contra la integridad de los más pequeños.
Por estos días en los almacenes se venden disfraces de payasos, de superhéroes y de otros personajes que atraen a los niños y jóvenes que gustan de esta tradición. Además se ha puesto de moda el maquillaje artístico para esta ocasión. Esta celebración mueve millones de pesos en gastos de decoración, disfraces y dulces entre otros, de ahí el interés de los comerciantes de aprovecharla para recuperarse económicamente.
El sociólogo Joel Best dijo que las leyendas urbanas acerca de este tipo de celebraciones pueden tratarse de manifestaciones de miedos y temores sobre el futuro.
El origen del Halloween viene de hace 3.000 años en la cultura celta, la cual festejaba su final de año el 31 de octubre. Según sus creencias, esa noche los muertos volvían para apoderarse del alma de los vivos.
Las máscaras se utilizaban porque se pensaba que con estas se ahuyentaba a los malos espíritus. Lo de las calabazas se originó en la leyenda irlandesa de Jack O’Lantern, de quien se dice que invitó al diablo a beber a su casa en la noche de todos los Santos, y finalmente acabó en el infierno.
Los celtas creían que los muertos los amenazaban si no les daban lo que querían; de ahí proviene la tradición de pedir dulces, pues los niños los exigen a cambio de no hacer travesuras; este es el famoso truco o trato, o también triqui triqui Halloween…
A pesar de lo que se diga, los niños son los que más disfrutan con las actividades que se realizan para ellos y convertirse por un día en ese personaje que tanto han soñado ser, aunque en esta ocasión deberían hacerlo evitando las aglomeraciones en lugares cerrados.
Por: Edgar Enríquez.

