En una ciudad tradicionalmente de izquierda, el 7 de agosto sorprendió con una movilización significativa en respaldo al expresidente Álvaro Uribe Vélez y en rechazo a decisiones del actual gobierno.
En el suroccidente colombiano, donde la política suele teñirse de rojo progresista y los discursos de derecha rara vez calan profundo, este 7 de agosto festivo nacional por la conmemoración de la Batalla de Boyacá, una caravana de vehículos y ciudadanos a pie rompió el molde histórico. Desde la Fuente de la Transparencia, punto simbólico de la ciudad, partió una movilización inusual: seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez salieron a las calles para expresar su rechazo al fallo judicial que lo mantiene privado de la libertad.
Lecturas encontradas
El hecho ha generado lecturas encontradas, y no es para menos. Nariño ha sido históricamente un bastión de fuerzas alternativas, sociales y de izquierda. En las últimas elecciones presidenciales, la región entregó un respaldo masivo a Gustavo Petro y antes a candidatos como Gustavo Petro en 2018, Sergio Fajardo y Claudia López, evidenciando una cultura política escéptica del uribismo. Por eso, la movilización registrada el jueves no pasó desapercibida: no solo sorprendió por su tamaño, sino por su simbología.
¿Un cambio de marea política?
Los manifestantes portaban banderas de Colombia, camisetas blancas, pancartas con lemas como «Uribe libre», «No más persecución política», y consignas que criticaban al gobierno nacional. Aunque el tono fue mayoritariamente pacífico, el contenido fue profundamente crítico con lo que denominan una “justicia politizada” y un “gobierno que destruye la institucionalidad”.
Es relevante destacar que la caravana no solo estuvo compuesta por adultos mayores nostálgicos del gobierno de la «seguridad democrática». También hubo jóvenes, empresarios, mujeres, e incluso líderes comunitarios de corregimientos cercanos, lo que evidencia que, a pesar de ser minoría, el uribismo tiene presencia activa y articulada en el territorio.
Análisis
Este fenómeno puede leerse desde dos ángulos. Por un lado, como una resistencia política organizada por una base electoral minoritaria pero firme, que no se resigna a ser invisible en un territorio predominantemente adverso. Por otro, algunos analistas locales plantean que podría tratarse de una emergencia simbólica de nuevas voces que, ante el desgaste del actual gobierno y el sentimiento de frustración por promesas incumplidas, encuentran en Uribe una figura que aún representa autoridad, orden y firmeza.
Además, no se puede ignorar el contexto nacional. El fallo judicial contra Uribe un expresidente que sigue polarizando al país entre fervorosos seguidores y férreos opositores ha reavivado las pasiones políticas. En ciudades como Medellín, Cali, Bogotá y ahora también Pasto, se han visto manifestaciones en su defensa. La justicia, para algunos, está haciendo su trabajo; para otros, está siendo usada como arma política.
El simbolismo del 7 de agosto
Que esta movilización se haya dado precisamente el 7 de agosto fecha fundacional del Estado republicano y símbolo del ejército libertadorno es menor. Para muchos uribistas, esta jornada fue también una forma de reivindicar lo que consideran una defensa de la patria frente a un modelo de gobierno que ven como entreguista o desinstitucionalizador. El uso de los colores nacionales, de cánticos patrióticos y de un discurso centrado en la «dignidad» refuerza esta narrativa.

