La madrugada se convirtió en escenario de terror en la provincia del Carchi, Ecuador, cuando un operativo de control dejó al descubierto un cargamento de 3.700 explosivos que eran transportados en un camión con destino a la ciudad de Ipiales, en Nariño. El hallazgo, calificado como un “golpe letal contra la criminalidad transnacional”, mantiene en vilo a las autoridades de ambos países.
Los implicados, identificados como Luis García y Kelly Rosales, fueron sorprendidos con el arsenal en el interior del vehículo, donde intentaban pasar inadvertidos en la oscura madrugada. Sin embargo, la operación policial resultó contundente y ahora los dos capturados se encuentran bajo investigación.
Temor notable
De acuerdo con las autoridades, el material incautado iba a ser entregado a grupos terroristas que operan en la frontera, lo que avivó el temor entre los habitantes de Ipiales y municipios aledaños, quienes denuncian que la violencia no da tregua en esta convulsionada región. “Aquí vivimos con miedo constante, no sabemos qué bomba pueda estallar mañana”, expresó un comerciante ipialeño que prefirió mantener su identidad en reserva.
El decomiso revela la magnitud de las redes criminales que se disputan el control de las rutas ilegales. Según fuentes policiales, este cargamento podría estar vinculado a organizaciones armadas ilegales que usan el corredor fronterizo para sembrar pánico y mantener su poder a sangre y fuego. La hipótesis más alarmante señala que los explosivos podrían haber sido utilizados para atentados, ataques contra la fuerza pública o incluso acciones contra la población civil.
Investigación
El operativo, realizado bajo estricta reserva, es considerado uno de los más importantes de los últimos meses en el límite entre Ecuador y Colombia. La Policía aseguró que la investigación continúa y que no se descartan nuevas capturas en los próximos días.
Entretanto, la comunidad permanece en alerta y exige que los gobiernos refuercen la seguridad. “Estamos cansados de que la frontera sea tierra de nadie. Cada día descubrimos que hay más armas, más drogas y ahora, hasta bombas”, reclamó indignado un habitante de Ipiales. El caso se convierte en un nuevo capítulo del oscuro panorama que azota a la región. Mientras tanto, el eco del hallazgo retumba en la frontera: 3.700 explosivos menos en las manos del crimen, pero también una advertencia de que el poder del terrorismo sigue acechando sin descanso.

