Las lluvias y granizadas en Boyacá han dejado un impacto profundo en nuestra gente, nuestras tierras y nuestras ciudades. A medida que escuchamos las historias de los afectados, sentimos la urgencia de actuar juntos. Este es un llamado a la solidaridad y al trabajo en comunidad, porque todos podemos aportar algo para mitigar esta crisis.
Granizadas devastadoras
En municipios como Tuta, Tinjacá, Sutamarchán y Motavita, una granizada sin precedentes ha destruido cultivos enteros y golpeado el sustento de muchas familias campesinas. Los campos de tomate, papa y hortalizas, orgullo de nuestra región, quedaron irreconocibles.
📢 “Mis padres y abuelos dependieron de estas tierras, y ahora veo cómo todo se pierde en cuestión de minutos. Nos duele el alma, pero no perdemos la fe de que podremos salir adelante”, comentó agricultora de Sutamarchán.
Tunja bajo el agua
La capital de los boyacenses no ha sido ajena a la tragedia. La Avenida Universitaria y la Avenida Norte se convirtieron en ríos improvisados, donde vehículos y peatones quedaron atrapados. En barrios como Los Muiscas y Terrazas de Santa Inés, el agua invadió las casas, dejando pérdidas materiales y un sentimiento de impotencia entre sus habitantes.
📢 “Hace años vivimos esto, pero ahora se siente peor. Cada lluvia es una preocupación, no sabemos si nuestras casas aguantarán. Necesitamos soluciones reales, no paliativos temporales”, comentó residente del barrio La Concepción.
Hato Viejo, Aquitania: la educación en peligro
En la vereda Hato Viejo, el panorama es desolador. La institución educativa Ramón Ignacio Avella suspendió sus clases debido a inundaciones que amenazan su estructura. Mientras tanto, las viviendas y los cultivos de esta comunidad han sido arrasados, sumiendo a las familias en la desesperación.
📢 “Nuestros hijos no pueden ir a clases y nuestras cosechas se pierden. Solo pedimos que nos ayuden a recuperar un poco de lo que hemos perdido”, expresó con lágrimas en los ojos una madre de familia y líder comunitaria.
La crisis no solo afecta las cosas materiales, también pone a prueba nuestra voluntad de cuidarnos entre todos. Como bien expresó la madre de familia:
“Es cierto que enfrentamos fenómenos climáticos extremos, pero también es cierto que hemos descuidado nuestros suelos y el medio ambiente. Es hora de cambiar y de actuar en unidad”.
El llamado urgente
- Mejorar la infraestructura en escuelas, carreteras y viviendas.
- Promover prácticas sostenibles para cuidar nuestras tierras.
- Trabajar juntos, porque la unión siempre será más fuerte que cualquier tormenta.
Más que una crisis climática, este es un recordatorio de que la naturaleza nos pide respeto y cuidado.
Esta crisis climática también es una prueba para los líderes y mandatarios. Es el momento de demostrar compromiso con las comunidades afectadas. No basta con promesas; se necesitan acciones concretas: inversión en infraestructura resiliente, planes de manejo ambiental y apoyo directo a los damnificados.
Cada barrio inundado, cada escuela afectada y cada cultivo perdido representa una voz que clama por ayuda. Los ciudadanos han hecho su parte con esfuerzos individuales y comunitarios, pero ahora, la responsabilidad también recae en quienes tienen el poder de transformar esta realidad.
Es hora de priorizar a las personas por encima de cualquier agenda. Boyacá necesita soluciones, y las necesita ahora, replicó la comunidad afectada.
ASÍ ESTÁ EL PANORAMA DE LA REGIÓN:







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