Por: Monseñor Juan Carlos Cárdenas.
Con el signo de la ceniza empezamos la Cuaresma. 40 días que son oportunidad para reconectarnos con el esencial: Dios; así como para sanear nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos.
Como puerta de entrada, el miércoles de ceniza ofrece herramientas que, si sabemos aprovechar, nos servirán para nuestra revitalización humana y cristiana.
La vulnerabilidad
Hace miles de años los israelistas usaban la ceniza como signo; así lo registra el Antiguo Testamento. Con ella se expresaba penitencia y dolor por las faltas cometidas. También le recordaban al penitente quién era en realidad delante de Dios. La ceniza evoca fragilidad, contingencia: estamos de paso, no lo podemos todo.
Parecía que el Covid-19 nos había ayudado a entenderlo, pero olvidamos fácilmente. Claramente no somos invulnerables ni omnipotentes. Somos una brizna menos que microscópica en el contexto del universo. Tomar conciencia de esa vulnerabilidad es el punto de partida para crecer humana y espiritualmente, pues afrontaremos la vida con más humildad. A esto nos convoca el signo de la ceniza. No lo empobrezcamos creyéndolo un momento mágico y eficaz por sí mismo. Nos marcamos con el signo de la ceniza para recordarnos nuestro llamado a dejarnos conducir por Dios.
La generosidad
El miércoles de ceniza y los viernes de Cuaresma son días de ayuno, palabra que hoy no es desconocida, aunque con sentidos bien diferentes. Aquí no es algo ordenado a mejorar la apariencia física o la salud. Aquí se trata, antes que nada, de romper la tendencia al egoísmo, a pensar solo en nosotros mismos para hacernos sensibles a los sufrimientos de los demás.
Ayunar es privarse voluntariamente de algo y disponerse a compartir con quien lo necesita. Sería interesante, por ejemplo, que estos días de Cuaresma revisemos nuestros armarios y tomemos consciencia de los vestidos que se están perdiendo sin uso, mientras hay tantos que realmente los necesitan. Dejémos lo esencial y compartamos con los necesitados. Pasemos del discurso idealista de reducir las brechas entre ricos y pobres para hacer algo concreto por mejorar la vida de otros.
La espiritualidad
La Cuaresma también nos convoca a una vida interior más intensa. Jesús nos invita a entrar en lo secreto y allí encontrarnos con nuestro Padre. Hoy buscamos todas las excusas para no orar, pero ¿son todas válidas?
Así como una buena construcción se hace empezando desde el interior (los cimientos) y de ello depende la estabilidad de lo demás, demos prioridad al espíritu, recogidos en oración con Dios; Fortalecido nuestro espíritu nos permitirá disponernos a fortalecer lo demás. La humanidad y la vida cristiana empieza adentro para luego reflejarse hacia afuera.
Muy importante: no sólo vivamos este tiempo de manera individual sino también en comunidad.

