Por: Tatiana Solarte.
´Mi hijo no me hace caso. No se deja vestir. No quiere irse a dormir. Se enfurece cuando le impedimos algo. Hace berrinches. Tiene rabietas. No acepta limites y cada vez que le digo un NO, empieza a llorar, a tirarse al suelo y a gritar sin parar y pierde el control … Ya no sabemos qué hacer`… de esta manera se preocupan y se quejan muchos padres.
Cuando las emociones van a la deriva y no se las dirige, se producen los temidos “berrinches”, en los que pareciera que se apodera de los niños una fuerza superior, que los hace decir y hacer cosas impensables. Que los niños pasen por momentos de caos emocional es normal, que perduren en el tiempo y sean continuados, es opcional, y para ello los padres deben tener herramientas que los ayuden a manejar estos episodios.
La frustración que pueden sentir los niños cuando no entienden ni saben gestionar sus emociones, puede ser tal, que quizás den golpes, tiren cosas, griten e incluso se hagan daño a sí mismos o a los demás. Por eso, es de vital importancia que los padres estén preparados para afrontar estos retos y ayuden a sus hijos a superar los momentos de caos emocionales tan habituales en los niños.
Estas son algunas ideas que pueden guiar a los padres, en momentos de caos emocional con sus hijos:
No cortar la expresión de sus emociones. Permitir que el niño sienta sus emociones y las exprese como sepa y pueda. Es importante no participar, es decir, no juzgarlo y solo concentrarse en mantener la calma. Asegurarse que no se lastime y esperar unos instantes. Recordar que para ellos estas emociones son desconocidas y necesitan tiempo y herramientas para aprender a gestionarlas.
Recordarle cómo respirar. Una vez el niño haya descargado la mayor parte de la emocionalidad, recordarle cómo respirar. Parece obvio que todos sabemos respirar, sin embargo, en momentos de caos emocional la respiración se ve alterada y es justo en esos momentos donde es imprescindible mantenerla equilibrada. Para ello, empezar a exagerar la respiración, y ellos de forma sincrónica y empática imitarán este acto, si se observa que no lo hacen, invitarlos a seguirla.
Crear un lazo de confianza y comprensión: Ayudarle a reconocer lo que sintió, cuando se encuentre al final en calma, poner nombre a la emoción, a descubrir qué parte del cuerpo se vio movida por esta emoción y preguntarle cuál fue el detonante previo. Por ejemplo, puede que el detonante sea cuando tiene hambre. Pedirle que piense otras alternativas antes de estallar y ayudarle a ponerlo en práctica.
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Utilizar la ley del espejo. Imitando sus actos de forma inesperada para que él pueda observar su comportamiento en el otro. Inicialmente esperar un rato hasta que la situación se ha normalizado, de forma inesperada, imitar el comportamiento; por ejemplo, si lloró, se tiró del pelo … hacer lo mismo; observar su cara de impacto y preguntarle que le ha parecido. Compartir al final estrategias para gestionar esta situación de una mejor manera.
Acompañarlos con amor y comprensión, es la mejor manera de manejar sus emociones, explicándoles que es normal lo que pasa y … ¡todo tiene una solución!

