De símbolo de violencia a ejemplo de transformación
Durante años, María Paz fue uno de los sectores más temidos de Bogotá. Ubicado en la localidad de Kennedy, su nombre era sinónimo de homicidios, expendio de drogas, bandas criminales y miedo constante. En medio de ese panorama, el padre Alexander Orozco llegó con una misión espiritual que pronto se volvió social y comunitaria: no solo atender a los fieles, sino acompañarlos en el dolor de las víctimas, enfrentar el miedo y sembrar esperanza.
El sacerdote se convirtió en un referente para muchos. Mientras celebraba eucaristías, también lideraba jornadas de limpieza, ferias de servicios y actividades con jóvenes. Su trabajo no fue aislado: se articuló con líderes sociales, docentes, madres comunitarias y la Policía Metropolitana. Juntos, comenzaron a construir un nuevo relato para el barrio.
Las cifras del cambio
Los datos respaldan esta transformación. En lo corrido de 2025, los homicidios en María Paz han disminuido en un 31 %, los hurtos en un 16 % y los delitos sexuales en un sorprendente 48 %. Aunque la zona aún enfrenta riesgos y problemáticas sociales, los vecinos aseguran que hoy se respira un ambiente diferente. La llegada de programas institucionales, como frentes de seguridad, patrullajes constantes y oferta educativa, también ha sido clave para frenar el avance del crimen.
“Aquí no solo se sobrevive, también se transforma”
Las palabras de uno de los líderes juveniles del sector resumen el nuevo espíritu del barrio: “Aquí aprendimos que no basta con resistir, sino que hay que construir. La seguridad empieza por conocernos, por cuidarnos entre todos”. La historia de María Paz no es aún un final feliz, pero sí un proceso esperanzador. Un ejemplo de que los territorios más golpeados por la violencia pueden cambiar cuando hay fe, presencia estatal y comunidad activa.

