Aterrador ataque a dos visitadores médicos en las afueras de Tumaco

Esta historia se le debe al escritor y periodista del municipio de El Charco, Flower González, a quien, al expresarle mis dudas, me llevó a hablar con uno de los protagonistas quien vivía en Cali.

Gilberto* y Marcos eran dos visitadores médicos, encargados de surtir de medicamentos a algunas zonas rurales de Tumaco. Por ello, en la noche de los hechos, en las afueras del puerto, estaban acostados en unas camas, bien cubiertos por unos toldillos, para evitar el acoso de los zancudos que enloquecidos zumbaban como un avión, mientras en las afueras cantaban los grillos y las cigarras.

De un momento a otro, cuenta Marcos, todo quedó en silencio. Un silencio sobrenatural que los asustó aún más, cuando vieron que el humilde recinto en que se encontraban, en una choza campesina, fue invadido por una nube negra y tenebrosa.

Fue entonces, cuando los dos hombres sintieron que algo los atacaba. “Lo que fuera parecía un tigre, con enormes y afiladas uñas,”, dijo Marcos quien recuerda que sintió como su pecho era desgarrado, mientras su compañero, gritaba muerto del susto.

“Lo extraño de todo”, agregó es que, aunque nos queríamos levantar, quedados como paralizados, sintiendo estos profundos arañazos, mientras que yo lanzaba alaridos de dolor.”

En su relato, los visitadores médicos dijeron que luego volvieron a sentir el ruido de los grillos y las cigarras, en tanto que la sombra negra se fue desvaneciendo y un poco de la luz de la luna, entró a la habitación.

“Solo entonces, nos pudimos levantar y ver cómo estábamos cubiertos de sangre por todos lados y en el suelo vimos los toldillos, totalmente desgarrados, como si los hubieran cortado con un cuchillo.

Cuando estaba leyendo el relato de González, le pregunté, ¿de verdad pasó eso? y me contesto, paga un taxi y te llevó a un sitio para que veas que es verdad.  Fuimos a parar a una casa, muy al sur de la ciudad, donde me presentó a Marcos, uno de los dos visitadores médicos, que vivieron esa noche de horror, a quien le pregunté sobre lo que había pasado.

Él sin mediar palabra, se levantó la camiseta que llevaba y pude ver su pecho, cruzado por múltiples cicatrices. “Antes no creía en nada de espantos o fantasmas, pero ahora estoy seguro que fue el mismísimo diablo, el que nos atacó y casi nos mata”, me dijo.

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