Los caminos de América Latina parecen nuevamente estar en plena actividad para establecer proyectos de soberanía y justeza social. El estallido social se ha dado en Chile, Colombia, Brasil, Bolivia, entre otros, donde los jóvenes han puesto su pecho para defender el presente y el futuro que fue conculcado por unas élites que no les interesa más que atesorar bajo su codicia.
La asamblea popular se ha convertido en una de las herramientas más reconocidas donde la gente se congrega para discutir, dialogar, deliberar, decidir en pro de nuevos proyectos sociales.
No hay que olvidar que desde la Grecia antigua ya existía esta forma tan participativa puesto que toda la información existente destaca el modo como se reunía la gente de modo espontáneo u organizado para tratar los asuntos del estado, de la política, del uso público, con el fin de resolver las dificultades o propuestas y ejercer una dirección colectiva. Aunque no se conozca profusamente en el Oriente este mecanismo siempre fue utilizado como instrumento de debate en la sociedad basado en el principio de lo colectivo como fuerza basada en el pensamiento.
«La asamblea popular se ha convertido en una de las herramientas más reconocidas donde la gente se congrega para discutir, dialogar, deliberar, decidir en pro de proyectos sociales».
Actualmente es factible dar las tres características más importantes que confluyen en la asamblea popular y la necesidad de convertirla en uso común. En primer lugar, es debilitar la arrogancia de algunos sectores que eligen a sus representantes para cargos políticos soportados simplemente en la decisión de ‘los que mandan’. En segundo lugar, es la constatación de que la gente es la que debe ser escuchada y de ella procede el diagnóstico de la realidad.
En tercer lugar, lo fundamental se refiere a que estas reuniones permiten la movilización para fortalecer propuestas proclives a los derechos humanos y a elevar la calidad de vida de sus comunidades, especialmente ahora cuando los derechos son cada vez más pisoteados por gobiernos neoliberales que se dan el lujo de decidir por las naciones sin apelar a la ciudadanía.
Hoy la voz de la gente es la gran oportunidad para realizar cambios urgentes y solidarios.
Por: Carlos Santa María

