Ricaurte Losada Valderrama

Una asamblea constituyente podría enderezar de verdad a Colombia

Este es el título de uno de los Capítulos de mi libro, Los Errores del 91, que obedece al hecho de que la Constitución que nos rige quedó con muchas equivocaciones.

Es así como la Carta Política acabó de politizar la justicia, pulverizó los partidos políticos,  politizó la organización electoral e  hizo un tránsito tenue hacia la descentralización, entre muchos yerros y desaciertos, que no se han corregido y cuyas reformas no serían posibles a través del Congreso, sino mediante una Asamblea Constituyente.

Es por razones como éstas que desde los seis meses siguientes a la expedición de la Constitución, estoy planteando la necesidad de la Asamblea Constituyente y he dicho en la obra ¿De las Cenizas del Estado Nación, ha de surgir un Nuevo Estado Mundial?, que  los poderes establecidos, se encuentran de espaldas a la realización de la Asamblea.

La Asamblea es indispensable también, porque por ejemplo, Colombia debería hacer el tránsito del presidencialismo a un régimen parlamentario, que solucionaría graves problemas políticos, como el que actualmente vivimos, en razón a que con éste régimen, la solución política quedaría en manos del parlamento, que con poder para hacer dimitir al jefe de Gobierno, no quedaría postrado ante él como se ha encontrado tradicionalmente.

Por razones como éstas he hecho pedagogía acerca de la necesidad de la Asamblea Constituyente.

Sin embrago, como lo expresé cuando el presidente Petro habló por primera vez del tema, este no es el momento para ella, pues ya no cabe duda, como también lo advertí desde cuando la propuesta fue presentada, de que la convocatoria no se haría respetando el orden constitucional establecido, el cual ordena que su realización debe aprobarse mediante una ley,  con la determinación del temario a ser tratado y la fijación del periodo de la misma, pues sobre lo que tampoco queda duda es que el presidente, a través de un proceso similar al que se llevó a cabo en Venezuela, buscaría perpetuarse en el poder.

Los hechos que demuestran este aserto son evidentes, con manifestaciones tales como que el presidente, en vez de ejercer como director de la unidad nacional, divide al país, lo confronta y lo polariza cada día más, olvidándose de que si bien el poder supremo radica en el pueblo como sujeto del poder constituyente primario, no puede el presidente, que representa un poder constituido, jurídico y limitado, incitarlo para que desborde los límites de la Constitución, pues con ello se desconoce.

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Pero esto no debe implicar que la decisión deba seguirse aplazando de manera indefinida, pues solo una Asamblea Constituyente puede enderezar de verdad a Colombia, pero que lástima, no ahora.

Y una Asamblea convocada de acuerdo a las exigencias constitucionales, única manera de hacerla en el marco del Estado de Derecho, no podría desbordarse, como sucedió en 1991, en razón a que ahora la Constitución regula la institución, tiene control  de la Corte Constitucional y su realización podría llevarnos a la paz, si a ella ingresaran los grupos insurgentes, e incluso los simplemente delincuenciales, pues algunos de sus voceros han expresado que la constituyente es la llave de la paz y el ELN ha propuesto una Convención Nacional, que sería muy similar a una Asamblea Constituyente.