Con la llegada del mes de agosto, en plena época de verano, cuando de chicos disfrutábamos de las vacaciones escolares de fin de año académico, al pertenecer al calendario B en Colombia, desarrollábamos en unión de nuestros compañeros de estudio, de nuestros hermanos, primos, vecinos del barrio, infinidad de actividades lúdicas y deportivas, para estrechar más y más los lazos de familiaridad y amistad en nuestra pubertad y adolescencia.
En nuestras clases de artes industriales, recuerdo a los profesores Luis Alberto Alvarado, Oswaldo Zambrano y Nel Antonio Rosero, directores de grupos de tercero, cuarto y quinto en el Instituto San Juan Bosco; quienes nos enseñaron a elaborar las cometas, aquellos aerolitos que zigzagueaban en los cielos abiertos.
Utilizábamos tres trozos de bambú o bejuco de cincuenta centímetros de largo, se entrecruzaban con hilo calabrés, para formar el esqueleto de la cometa hexagonal, forrada con papel seda de diversos colores; en la parte superior pendía la piola fuerte, que salía del carreto.
De la parte inferior salía una piola doble, en donde amarrábamos la cola de la cometa con tiras largas de tela de diversos colores; que permitía alzar su vuelo al firmamento por la acción del aire. Varios compañeros realizaban diseños de águilas, cóndor, gavilán o aviones, porque siempre vuelan por lo alto.
Así programábamos nuestros paseos al olvidado Aeropuerto de Jongovito, en donde hoy está Frigovito; al Palo de Gradas en donde está el barrio Agualongo o al cerro del Centenario junto al acueducto de Pasto. Lugares de gran afluencia de público, por la hermosa panorámica del Valle de Atriz.
Familias enteras viajaban en buses escaleras, en berlinas o en sus vehículos particulares al corregimiento de Chachagüí, para participar en el concurso de cometas, organizado por los locutores José Edmundo y Gonzalo Cortés, con jugosos premios para los ganadores.
En los años sesenta e inicios de los setenta, existía la vía hasta el Aeropuerto de Cano, por lo cual, debía contratarse el transporte de ida y regreso a Chachagüí. Lugar escogido por su excelente clima templado y a veces cálido; complementado con la amabilidad de sus habitantes, con la exquisitez de sus platos típicos de la cocina nariñense.
Por su parte, el científico nariñense Alberto Quijano Vodniza, desde su Observatorio Astronómico de la Universidad de Nariño, nos vuelve a informar el paso de un nuevo cometa con una cola de cien mil kilómetros de largo en la Vía Láctea.
Hace dos décadas tuve la oportunidad de rendirle homenaje como personaje principal del pesebre gigante en la fachada de nuestra empresa Alma sales de Nariño, al respaldo del Instituto Champagnat y hoy, nos asegura, que va por buen camino el Observatorio Astronómico en el barrio Centenario de la capital nariñense.
Finalmente, para incentivar la gran afición de volar las cometas, muchos comerciantes las ofrecen de diversos tamaños, diseños y hermosos colores, a la salida de la ciudad de Pasto y así, no dejar morir esta hermosa costumbre, que desde antaño busca entrelazar la unión de las familias nariñenses.
¡Que la energía eólica se utilice para el desarrollo del sur de Colombia!
Por: Jorge Enrique Tello Chávez

