Ángeles y demonios

Por: Chucho Martínez

Este título forma parte de una trilogía de novelas de suspenso y misterio que trata de evitar la destrucción del Vaticano por parte de una secta llamada “los Iluminati”, para eso contratan un experto en simbologías como las que se están utilizando en marketing electoral. Por ejemplo, el símbolo de la muerte.

El uribismo “afligido” pero con el ojo puesto en las próximas elecciones clama no incendiar el país, pero en una mano esgrime un galón de gasolina y en la otra mano, un fósforo encendido. Nos amenaza con más guerra para vendernos “seguridad democrática” porque la solución a las causas de la violencia no les importa puesto que afecta los intereses de aquellos que siempre nos han dividido para evitar que nos unamos contra ellos. Son copia fiel de los gringos que atizan focos de conflicto regionales para vender armas, o ¿ya se olvidaron que el arma que usaron contra Miguel fue comprada legalmente en EE.UU?

Nadie, tiene la capacidad de controlar esa jauría desbocada de los bandos en conflicto, nada ideológico, ni político, menos moral; es una pelea de perros rabiosos barruntos de ambiciones de poder en las cloacas de las redes sociales y grandes medios de comunicación para cancelar al otro, que no deja perpetuar los privilegios de una clase dominante. En este trasegar por el espinoso camino del que más ofende, el luto es lo que menos importa, aunque se lo instrumentaliza para lograr propósitos subalternos, así el protagonista en vida no haya tenido el talante de héroe que ahora le pretenden dar.

La llamada polarización no es más que el libre juego maniqueo del mercado electoral, por el poder, que se deriva del desorden institucional que deja buenos dividendos a quienes acceden al gobierno a nombre de la derecha o la izquierda, porque la ética y la justicia se han refundido en los mismos intereses de la politiquería y personalismos, salvo excepciones. En este juego del bien y el mal hay que tomar partido para agudizar las contradicciones y que de ellas surjan nuevas opciones de vida como lo predicara el materialismo dialéctico.

“¿Que vale más? Yo humilde y tú orgullosa. ¿O vale más tu débil hermosura? Piensa que en el fondo de la fosa. Llevaremos la misma vestidura”. Cantaba Julio Jaramillo.