Son ya 48 años de una ausencia que lo inmortaliza y lo revive cada vez que se escuchan sus canciones, hechas con alma y corazón para cantarle a las mujeres porque fue un eterno admirador de la belleza femenina y a esa tierra que le enseñó a vivir y a quererla como nadie quizá en el mundo lo haya hecho: su amada Dolores Hidalgo, estado de Guanajuato.
José Alfredo Jiménez en su vida artística y bohemia aprovechó el don natural y constante de inspiración para hacer composiciones intentando que las canten sus ídolos, aunque Miguel Aceves Mejía en principio dijo que el guanajuatense era un “pretencioso aprendiz”, para luego ser uno de los tantos admiradores e intérpretes de sus canciones.
El compositor más grande que ha dado Méjico en su historia musical, empezó como camarero y después con la ayuda de Andrés Guesca logró alcanzar la cima del estrellato interpretando sus propios temas rancheros con alta popularidad en su país y posteriormente afuera. De lo que escribía, a veces refugiado en las copas, salieron versos y frases que siguen vivos en el cancionero latinoamericano.
De su amplio y generoso repertorio estos son algunos versos: “Es mi orgullo haber nacido en el barrio más humilde, alej ado del bullicio y de la falsa sociedad”. “Yo no tengo la desgracia de no ser hijo del pueblo, yo me cuento entre la gente que no tiene falsedad”. “Mi destino es muy parejo, yo lo quiero como venga, soportando una tristeza o detrás de una ilusión voy camino por la vida muy feliz con mi pobreza, como no tengo dinero, tengo mucho corazón”.
“No hace falta que salga la luna, pa’ venirte a cantar mi canción, ni hace falta que el cielo esté limpio pa’ venir a entregarte mi amor. No encontré las palabras precisas pa’ decirte con mucha pasión que te quiero con toda mi vida que soy un esclavo de tu corazón”. “Sólo Dios que me vio en mi amargura quiso darme consuelo en tu amor y mandó para mí tu ternura y así con tus besos borró mi dolor”.
“Ojalá que te vaya bonito, ojalá se te acaben tus penas y te olvides de mí para siempre, que se llenen de sangre tus venas y la vida te vista de suerte. Cuántas cosas quedaron prendidas hasta dentro del fondo de mi alma, cuántas luces dejaste encendidas, yo no sé cómo voy a apagarlas”.
Con la inigualable lírica de José Alfredo Jiménez se saborea las mieles y hieles del amor hechos canción. “Si en el pleito me vieron valiente, hoy véanme cobarde llorando de amor”.
¿A quién le suena algún verso de estos?
Por: Sofonías Rodríguez M.

