Este 2022 nos trae en lo político, elecciones presidenciales; en lo social de la región, una preocupante complejización del conflicto, particularmente en la cordillera nariñense; y en lo eclesial, las visitas pastorales a las diferentes parroquias del territorio diocesano. Planteo algunas consideraciones.
Democracia vivida con lucidez
Las circunstancias de nuestro tiempo han hecho que el foco de las campañas electorales (no sólo en Colombia) se ponga en todo, menos en los contenidos programáticos y los intereses generalas de las comunidades. Los debates tan publicitaos se toman horas enteras en medio de ataques personales, emociones exaltadas en los electores y posturas políticas presentadas no por convicción sino para ganar el favor de algunos.
La polarización parece ser otra nota característica actual. Pareciera no admitirse el disenso si no va de la mano de la confrontación directa, agresiva y personal del oponente.
Estos factores y mucho más, evidencia la necesidad de ser lúcidos. Lúcidos los candidatos para ocuparse de conectar con la gente, escuchar especialmente a los más vulnerables y defendiendo el bien común y la institucionalidad. Pero lúcidos también los electores para no quedarse sólo en emociones e intereses particulares. No se trata de votar contra candidatos que no gustan sino de pensar en lo que necesita el país: el bien común, donde no excluya a nadie, donde quepamos todos.
Presencia estatal en los territorios
La seguridad es un factor clave. Pero la ausencia de inversión social, de infraestructura y de oportunidades para quienes están en los territorios como la cordillera, abonan el terreno para perpetuar las violencias y condiciones de vida indigna.
La dinámica del conflicto en ese corredor natural hacia el Pacífico parece revelar un movimiento desde el Cauca hacia Nariño. Urge mirar hacia allí. Reflexione y escuchar a la gente. Es necesario mirar de frente y discernir alternativas sobre los cultivos ilícitos. Alternativas es lo que la gente necesita.
En camino por las parroquias
La Diócesis de Pasto tiene 78 parroquias. Desde este 20 de enero emprenderemos un itinerario que durará casi dos años. Animados por la llamada del Papa a escucharnos, y al final de una etapa más de nuestro proceso pastoral, nos acercaremos más a las comunidades para encontrarnos.
No se trata de generar debates de opinión, ni encuentro de peticiones, quejas y reclamos. Es un ejercicio de fe, donde como hermanos que creemos en Jesús, pedimos al Espíritu Santo que nos ayude a entender lo bueno del camino hecho hasta ahora en la diócesis, para fortalecerlo; a descubrir lo que no ha funcionado bien para enmendarlo; y a visualizar lo que nos falta, para incluirlo.
Para estos tres retos de ámbitos tan diversos se necesita audacia, iniciativa y compromiso.
POR: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro

