ANGIE CAROLINA SOLARTE

Afrenta

“Sólo un día dirán: Mariela ha muerto. Dejó un libro de versos malherido. Acento vago, desengaño cierto y un plácido desdén por lo vivido.”

– Mariela del Nilo

Por: Angie Carolina Eraso.

La Cámara de Comercio del Libro en su informe de estadísticas más reciente (2021), señala que 672 personas publicaron con un editor persona natural, 2933 editaron de forma autónoma e independiente y 16760 lo hicieron con un editor persona jurídica, lo cual representa para 2021, un total de 20.365 ISBNs (International Standard Book Number o «código Internacional normalizado para libros») registrados. Una cantidad nada despreciable. No uno, no cientos, sino miles de personas escribiendo, publicando, haciendo de los caprichos ajenos al prejuicio. Afuera además, están, los que narran en la oscuridad y hacen danzar sus dedos en la madrugada para depositar los resultados como hijos perdidos en la nada; siendo anónimos.

Por eso escribo esto en honor al tiempo, al sueño robado, al letargo literario, al escape de la vida, a la pausa de la prisa y especialmente, a quienes dan lugar a ello, quiero decir: ¡Gracias a las/los clásic(as)os, a las/los contemporáne(as)os y a las/los que vendrán!

Bienaventurados sean aquellos que con versos malheridos abren las llagas del mundo, de Latinoamérica, de Colombia y se sienten cercanos -como si la hoja sostuviera un abrazo-.

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Bienaventuradas las mujeres y gracias a ellas que escribieron y escriben; que entre sombras, arañando las paredes del patriarcado, han gritado sus visiones. Gracias, porque hoy escribo estas tropezadas líneas, en virtud de sus lenguas salvajes -retrato de Gloria Anzaldúa- jamás domesticadas, pues, aprendimos que las cenizas se endurecen cuando el viento quiere soplar y que los dioses son nuestro invento si el dogma se acerca para oponerse.

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Probablemente la escritura no sea una óptima tarea para la acumulación de capital, pero ¿qué hay más allá? Cada lápiz o tecla que se dirige a producir un susurro en cualquier esquina del mundo, se une a todos los susurros y el estruendo no es poco; las fronteras se disuelven.

Gracias porque sin ustedes, el puente entre la vida y la muerte sería insufrible, pedroso e intransitable.